Para los Inkas el camino fue un complejo sistema administrativo de transportes y de comunicaciones, además de un medio para delimitar las cuatro divisiones básicas del imperio. Dos caminos principales lo recorrían de norte a sur: uno a lo largo de las costas, excepto en lo que actualmente es la costa ecuatoriana, y el otro las regiones altas.
Con el surgimiento del Tahuantinsuyo, se incrementó el número de caminos hasta alcanzar una extraordinaria magnitud. Según las estimaciones de Hyslop, el sistema vial comprendía de 30 a 50 mil Km. en su totalidad. El mérito incaico consistió en la planificación de la fuerza de trabajo que le permitió ejecutar una red vial que sería la base de una infraestructura estatal. Las rutas eran largas y habitualmente rectas. Por lo común estaban pavimentadas y bien empedradas, superando un sinnúmero de problemas de orden topográfico, como por ejemplo desiertos, laderas de montañas, tramos demasiado empinados, etc. En el caso de desiertos, cuando estos se extendían más de 100 kilómetros, sin acceso a fuentes de agua, los incas trataban en lo posible de evitarlos, rodeándolos para no cruzarlos, como por ejemplo el desierto de Atacama en Chile o Nazca en el Perú. Otra forma de evadirlos era trazándolos tierra adentro, a lo largo de las laderas andinas, siendo un claro ejemplo el camino que sale del sur de Piura, el cual se adentra hacia los Andes para evitar el desierto de Sechura. Ni ríos, ni quebradas constituían obstáculo para que el camino siga su curso, ya que también se desarrolló la técnica de la construcción de puentes de diversos tipos, ya sea colgantes, de madera o de piedra. Uno de los casos más evidentes hasta la fecha, es el puente de Rumichaca que se encuentra ubicado en actual frontera entre Ecuador y Colombia. Los puentes eran construidos sobre grandes ríos, tales como el puente sobre el Huantay, en el Cuzco, y el Alto Urubamaba en Ollantaytambo. Otra manera de cruzar ríos y quebradas, a lo largo del camino inka, son las Oroyas, que en Ecuador son conocidas como Tarabitas. Este sistema consiste en una canasta suspendida de un cable atravesado a las dos márgenes del río, el cual era halado desde la orilla opuesta. La arquitectura que se encontraba a lo largo del camino comprendía tambos (casas de reposo), construidos a intervalos de una jornada de viaje el uno del otro. Al igual que los caminos, los tambos se construyeron cerca de unos almacenes especiales llamados qollqas, edificios circulares de abastecimiento. Uno de los tambos con más presencia de qollqas es el de Hualfin en Argentina, donde se han hallado más de 30 de estas construcciones. En Ecuador, el tambo de Dumapara se ubica al sur de Cuenca, así como el tambo de Paredones en el Cañar. La transmisión de las noticias alcanzó en esta época una perfección no igualada por ningún pueblo de la América precolombina. A distancias que variaban de 2 a 3 kilómetros existían casas o refugios conocidos como chaskiwasis, en las que se hallaban siempre preparados, noche y día, dos chasquis, uno de ellos que vigilaba el camino, mientras el otro descansaba. Las evidencias arqueológicas claras de los chaskiwasis han sido encontradas en Huánuco, Perú. |
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