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Revistas Apachita Apachita 21
Apachita n°21
Replicación de la pintura iridiscente PDF Imprimir E-mail
Escrito por Kathleen M. Klumpp   
Viernes, 07 de Febrero de 2014 18:45

Cerca de mil años antes de Cristo, los alfareros de la costa ecuatoriana comenzaron a fabricar cerámica con técnica y excelencia artística sin paralelo en el registro precolombino de esta región. Algunas de estas cerámicas finas, destinadas al uso ceremonial, fueron decoradas utilizando una pintura casi transparente, cuyo color tenía un reflejo metálico de plateado a rojizo. Se trata de la llamada “pintura iridiscente”, que se presenta, a menudo, en cuencos, platos y en botellas silbatos. Los diseños de esta pintura se componen de bandas y puntos, que generalmente tienen la anchura de la yema del dedo (más probablemente el índice), lo que sugiere que fueron pintados con el dedo. Aunque esta pintura iridiscente es la característica más sobresaliente de la cerámica de la cultura Chorrera, no se limita solamente a ella, ya que también está presente en las primeras etapas de la cerámica de culturas posteriores, tales como la Bahía en la provincia de Manabí, y la Guangala en la provincia de Santa Elena. Con el transcurso del tiempo, los diseños iridiscentes se volvieron más complejos. En su apogeo, vemos bandas paralelas curvilíneas, arcos también paralelos, y círculos concéntricos. Hay inclusive un caso de un diseño iridiscente que cubre un área mayor que la anchura del dedo que, evidentemente, sugiere que, para lograrlo, el área de diseño fue rellenada con varias bandas superpuestas.

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:35
 
Cómo producir una exposición arqueológica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Santiago Ontaneda   
Viernes, 07 de Febrero de 2014 23:38

Las colecciones de los museos. Las piezas arqueológicas que se encuentran custodiadas en distintos museos del país forman parte del patrimonio cultural de los ecuatorianos. Si bien es cierto que la gran mayoría de aquellas ha llegado a los museos por vías no adecuadas, hay que comprender las distintas etapas de gestación y consolidación del quehacer arqueológico en el ámbito museal. La institución pionera en este campo fue el Banco Central del Ecuador1, que abrió su museo en 1969, en el contexto de un país que se embarcaba en la era petrolera y en el avance de la modernidad urbana e industrial. Incidentalmente, ese tiempo correspondía con la época en que América Latina iniciaba un creciente interés por recuperar los vestigios arqueológicos, producto de lo cual se habían formado el Museo de Oro de Bogotá y el Museo Antropológico de México. Ecuador se sumó a esta corriente y emprendió, a través de la gestión del Museo del Banco Central, uno de los mayores retos culturales y sociales de su historia.

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:37
 
La Cita de Apachita PDF Imprimir E-mail
Escrito por Francisco Valdez   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:11

“El problema es que la arqueología no puede seguir siendo tratada como recurso de emergencia, que se negocia al menor costo posible. La realidad es que el mercado (la empresa) ha generado una competencia malsana, donde la mezquindad y la descalificación son moneda corriente entre colegas. El tráfico de influencias y el mal uso de la información privilegiada determinan muchas veces la adjudicación de los contratos. El malestar que esto ha creado ha deshecho a la comunidad arqueológica y hoy se respira un ambiente liberal de “todos contra todos”. La consecuencia natural de esta situación es la ausencia de un diálogo o debate profesional, de una academia (en el verdadero sentido de la palabra) que forme criterios. El intercambio de opiniones y la difusión de los conocimientos adquiridos son el gran vacío de la arqueologías ecuatoriana”.

Francisco Valdez, 2010, La investigación arqueológica en el Ecuador: reflexiones para un debate, INPC, Revista del Patrimonio Cultural del Ecuador, 2:21.

 
La Lucha Continúa PDF Imprimir E-mail
Escrito por Karen Olsen Bruhns   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:12

En la actualidad, presentar el pasado es una tarea difícil. En efecto, muy poca gente sabe mayor cosa de su historia y mucho menos de su prehistoria, y la enseñanza del pasado en las escuelas es abismal, por decirlo de la mejor manera. Incidentalmente, esta no es una situación aplicable solamente al Ecuador, sino en general a casi a todo el mundo.

Uno de los principales canales para educar a la gente acerca de su historia son los museos, especialmente los grandes museos de historia, arte y cultura. La mayoría de los países tiene al menos uno; muchos tienen un principal (o nacional) en la ciudad capital, y otros más en los centros importantes de población. Este es el caso, naturalmente, de Ecuador, donde cada ciudad grande, y aun muchas pequeñas, tienen al menos un museo histórico-arqueológico. En estos museos se presenta diariamente el pasado del Ecuador a los niños de las escuelas, adultos interesados, turistas extranjeros y locales, candidatos a arqueólogos y expertos profesionales. Dada la amplia audiencia y la importancia de la historia nacional (incluyendo la anterior a la invasión española en la región andina), es esencial que las exposiciones, sus cédulas y otros textos explicativos sean razonablemente precisos y que no sean risibles en términos biológicos ni históricos. Este es el caso principalmente con los dioramas y presentaciones gráficas del pasado antiguo. Stephanie Moser, en su importante libro Ancestral images: the iconography of human origins (Cornell University Press, Ithaca, 1998), señala que la construcción artística, sea ésta una figura individual, una estatua o un diorama, es algo más que una imagen suelta. La reconstruction artística, sea de una figura individual o de una escena que pretenda mostrar el pasado antiguo, está integrando datos biológicos, medio ambientales, arqueológicos y sociales en una sola representación. Y es en el ámbito de los datos sociales donde muchas de estas representaciones acaban siendo terriblemente erróneas. En muchos casos, parece casi imposible olvidar que lo que es una situación cultural normal para el artista (o para el que lo paga), probablemente no corresponde a la que fue en el pasado distante. No obstante, ignorar este elemento crucial es presentar una mentira y ser culpable de presentar información falsa a una audiencia, en gran medida confiada. En otras palabras, es la misma cosa como presentar, en un curso de geología o astronomía, la idea de que el mundo es plano y de que el sistema solar se mueve alrededor de la tierra. Desafortunadamente, tanto patrocinadores como artistas parecen sentirse sublimes respecto a las falacias que imbuyen en su forma de imaginar el pasado, aun cuando, al hacerlo, están presentando falsedades a la audiencia.

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:38
 
Noticias frescas PDF Imprimir E-mail
Escrito por Ernesto Salazar   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:17

Los jardines colgantes de Babilonia

Considerados una de las maravillas del mundo antiguo, los jardines han eludido el escrutinio de los arqueólogos que han removido infructuosamente las ruinas de la famosa ciudad en busca de evidencias. No podía ser de otra manera, si se considera que los investigadores los estaban buscando en el lugar equivocado. Luego de muchos años de estudio, la investigadora británica Stephanie Dalley ha encontrado textos cuneiformes que indican que los jardines colgantes estaban ubicados en Nínive, a 480 Km. de su gran rival Babilonia. Al parecer, fueron los asirios del tiempo del rey Senaquerib los que los construyeron, hacia el siglo VII antes de Cristo. Inclusive hay una tableta en la que el rey mismo describe su maravilloso palacio con su sistema de propulsar el agua hacia arriba, anterior al sistema de Arquímedes en cuatro cientos años. Este milagro del agua formaba parte de un sistema de canales, represas y acueductos que traía a la ciudad agua de montaña ubicada a 80 Km. de Ninive. Por cierto, acaba de salir el libro de Dalley sobre el tema, que está listado en la bibliografía de CIRCULANDO, en este número del Boletín (Dalya Alberge, www.guardian.co.uk, mayo 5, 2013).

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:39
 
Circulando PDF Imprimir E-mail
Escrito por Ernesto Salazar   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:22

Adams, Jenny L., 2002, Ground stone analysis: a technological approach, University of Utah Press.

Adams, Mark, 2012, Turn right at Machu Picchu: rediscovering the lost city one step at a time, Plume.

Ambrose, Timothy y Crispin Paine, 2012, Museum basics. Routledge, Tercera edición.

Bintliff, John, y Mark Pearce, eds., 2011, The death of archaeological theory?. Oxbow Books.

Bousman, C. Britt, y Bradley J. Vierra, eds., 2012, From the Pleistocene to the Holocene: human organization and cultural transformations in prehistoric North America, Texas A&M University Press.

Burns, Karen Ramney, 2012, Forensic anthropology: training manual, Pearson. Tercera edición.

Childress, David Hatcher, 2000, Technology of the gods: the incredible sciences of the ancients, Adventures Unlimited.

Coe, Sophie D., y Michael D.Coe, 2013, The true history of chocolate, Thames & Hudson, New York.

Conolly, James, y Mark Lake, 2006, Geographical information systems in archaeology, Cambridge University Press.

Conyers, Lawrence B., 2012, Interpreting ground-penetrating radar. Left Coast Press, Walnut Creek, CA.

Cowley, Dave y Rachel S. Opitz, 2013, Interpreting archaeological topography: lasers, 3D data, observation, visualization and applications. Oxbow Books.

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:42
 
El Muerto de la Plaza PDF Imprimir E-mail
Escrito por Florencio Delgado-Espinoza   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:53

En un soleado día austral, los transeúntes pasaban por la plaza de Santo Domingo de la majestuosa Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca. Asentada sobre la antigua Tomebamba, esta ciudad creció a partir de un centro conformado por la iglesia, la picota y otros elementos típicos de las ciudades fundadas por los españoles en el siglo XVI. Hoy, las plazas, junto a las iglesias, son un espacio público donde se presenta una serie de actividades. Pero, en la administración municipal de un ex prefecto, no tan perfecto en la protección del patrimonio cultural, y en el punto más alto de su gestión, el centro histórico más bien se convirtió en un centro histérico, ya que, en el afán de regenerarlo, se abrían trincheras por doquier, dizque para el alcantarillado, dizque para mejorar las conexiones de luz, de teléfono y hasta de internet. La ciudad se encontraba bajo el ruido de la máquina, el tránsito alterado y las construcciones abiertas en amplias zonas. Los letreros fosforescentes reemplazaron toda señalética que hasta entonces había en el centro histórico. Cintas de plástico amarillo con letras grandes que decían “cuidado”, daban vueltas a las manzanas, y letreros de “hombre trabajando” eran comunes en la otrora pacifica zona patrimonial.

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:43
 
El retorno de los Yumbos PDF Imprimir E-mail
Escrito por Ernesto Salazar   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:00

Nadie conoce el Noroccidente de Pichincha mejor que Ronald Lippi, arqueólogo estadounidense que, desde 1984, ha caminado por los vericuetos de esta montuosa zona, en busca de vestigios precolombinos. Ha descubierto sitios cerámicos, fuentes de sal, sitios con montículos artificiales (funerarios y residenciales), pucaráes, y “culuncos”, esos viejos caminos hundidos en el suelo por el trajín de humanos y bestias de carga, a través de los siglos. Su libro “Una exploración arqueológica del Pichincha Occidental, Ecuador” (Lippi 1998) resume el enorme trabajo realizado, constituyéndose en lectura obligada de cualquier interesado en la arqueología de la zona.

Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:43
 
Huaqueando en La Tolita PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fray Juan de Santa Gertrudis, OFM [ca. 1775]   
Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:11

Por este tiempo, se estrechó conmigo con mucha amistad don Pablo Quiñones, y entre otras cosas me contó que estando mandando fabricar una piragua, que es una especie de barco, cuya quilla toda la sacan de una pieza de a cuarenta o cincuenta varas, dándole de cada lado una vara y media de plan, tajado a proporción de popa a proa, y sobre ello plantan las falcas para entablarle el cuerpo, y está en un río que cae entre punta de Manglares y Esmeraldas, bajó a ver la obra con dos negros y fue a dar a la bocana del río en que hay un pueblo que llaman La Tola, pueblo de indios y mestizos. Llaman a este pueblo La Tola, porque todo está lleno de tolas, que quiere decir montones de tierra, y así es porque yo lo he visto, como diré a su tiempo. Estas tolas son entierros de los indios antiguos, y como ellos se enterraban con cuanto tenían, en alguna se ha encontrado bastante riqueza. Allí el mar tiene sus mareas, y cuando sale queda un pedazo de playa de lo que el agua se retira delante del pueblo, y entonces van los indios a ver si hallan alguna cosa de las tolas que poco a poco va lavando el mar cuando entra de varias tolas que están en la raya, y poco a poco se las va comiendo el mar con sus entradas. Hállanse allí por lo regular varias figuritas hechas de barro con mucha perfección. Yo he visto algunas como diré a su tiempo. Hállanse también hechas de oro con los ojos de esmeralda; hállanse también unas cuentecitas de oro hechas de filigrana, tan chicas como la cabeza de un alfiler, y la obra tan pefecta que al verlas se llevan toda la atención. En Barbacoas hay dos señoras que tienen su par de manillas de estas cuentecitas. Yo he visto unas que las tiene doña Casilda, esposa de Juan Quiñones. Yo pienso que hoy día no se hallaría artífice ninguno que se atreviese a fabricar una de estas cuentecitas, obra, la considero tan singular por lo diminuto que es, lo perfecto y hecho de oro en filigrana. Y lo más raro que yo en ello considero es que esto lo fabricaron los indios antiguos sin instrumentos de fierro, porque es cierto que no los tuvieron; y así aquí se para el juicio en pensar que el diablo los fabricaba, teniéndolos sujetos en la idolatría. Contóme pues don Pablo que un día que se paró en La Tola, a vuelta de viaje, fuese a desmoronar con sus negros con un barretón una de estas tolas. Al estar pues el negro desmoronando tierra y arena, vio don Pablo caer un tolondroncito. Mira, mira, negro, dijo, lo que es aquello. Baja el negro a cogerlo, y sacudiéndole la tierra y arena de que estaba envuelto, hubo de ser un cangrejo de oro, un poco menor que la palma de la mano, tan perfecto que parecía hechura natural de la misma naturaleza, y pesado tuvo sólo una onza. Prosiguió el negro barreteando, y a poco rato descubrióse asomando la boca de un clarín, el redondo de cosa de un real de plata. Mandó entonces don Pablo que poco a poco, excavando con la punta de un machete, se fuera descubriendo lo que era. Así fueron profundando el hoyo, y se descubrió que el clarín que era de barro nacía de la punta de la torre de una iglesia, toda de barro con su pretil y escalera. En proporción su claraboya con un remate puntiagudo; una torre con sus cuatro ventanas de cada parte; una galería corrida de torre a torre; la torre del campanario que era muy alta, de cuyo remate nacía el clarín. Y toda la iglesia entejada de teja, y todo del todo perfecto. Toda la iglesia tenía de largo media vara, y a proporción de ancho y alto. Ello se lo llevó a Barbacoas, y ya en su casa fue a romperle la puerta para registrar lo que tenía adentro la iglesia, sospechando si tendría adorno y altares, y adentro hubo de encontrar otra iglesia de oro tan acabada y perfecta como la de barro, con la circunstancia de que la puerta era movediza con sus goznes para cerrarse y abrirse, y no tenía de alto la iglesia sino un jeme, pero obra totalmente perfecta. Se pesó la iglesia y no tuvo sino cuatro onzas de oro. Estas dos alhajas se llevaron a Quito y hubo un marqués que dio por ellas cuatrocientos pesos, y las remitió a Madrid. Y ahí encontró también algunas cuentecitas de oro hechas de filigrana de las que llevo referidas, y éstas la mayor parte de las que se hallan en Barbacoas, son halladas en estas playas de La Tola. A la punta del desemboque de este rio de La Palma hay una playa de arena de un lado y otro, y a la parte que va para Tumaco, caminando un día un indio hubo de encontrar enterrado en la arena a un indio entero y seco, con la cabeza de oro, y en lugar de ojos tenía dos esmeraldas. El le quitó la cabeza y con una piedra la aplastó y le sacó los ojos y se vino con ellos para Barbacoas, y vendió el oro y las esmeraldas… El como ignoraba lo que vendía las dio por catorce pesos cada una, y según lo que yo he visto apreciar a otras a sujetos entendidos, valía cada una trescientos pesos. La una la compró doña Casilda, y la tiene engastada en una joya de peso con una gruesa cadena de oro. La otra la compró don Julián Cabezas, su hermano, y la tiene engastada sobre un pomo de oro en la mano del bastón.

Tomado de Maravillas de la Naturaleza, de Fray Juan de Santa Gertrudis, 1970 [1775], tomo 3:192ss. Biblioteca Banco Popular, Bogotá.

 


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