Desde hace algún tiempo, Cristóbal Cobo, arqueoastrónomo aficionado, ha venido difundiendo un “proyecto” que tiene como escenario principal el cerro Catequilla, ubicado en la Mitad del Mundo. El hombre mueve palancas, acude a las radios, a las estaciones de televisión, o a los periódicos locales, donde siempre encuentra un “periodista” que le acolita en su empresa digna de mejor causa. Para rematar la difusión de su proyecto, Cobo ha producido ya un DVD “educativo” que difunde sus ideas en el ámbito escolar.
En la cima del cerro se observa un muro circular de piedra, junto a un pavimento de piedra, también circular, pero sin muro delimitante, que nunca han sido excavados por un arqueólogo. Hay gente que opina que lo pavimentos de piedra son “noques” coloniales o republicanos, usados para aventar el trigo, lo cual no inmuta al arqueoastrónomo que, de paso, ha comprado el terreno del sitio para impulsar su proyecto. La clave del mismo es el descubrimiento de que el mencionado cerro tiene latitud 0º0’00’’, confirmada con un GPS. Se conoce que, por razones militares, el sistema de posicionamiento global tiene by default una desviación razonable que impide que, en tiempos de paz, un objetivo militar o civil pueda ser ubicado con precisión. Por lo tanto, es muy probable que el Catequilla no tenga en realidad la latitud 0 señalada por un GPS comercial. De todas maneras, este descubrimiento indicaría que el Catequilla es el punto exacto de la Tierra donde uno se pierde detrás de su sombra, asunto que intriga al descubridor, si se considera que nuestros antepasados habrían descubierto la posición ecuatorial cientos (o miles?) de años antes de que la moderna tecnología lo haya logrado con complicadas triangulaciones con satélites artificiales. Lo que Cobo parece ignorar es que, a lo largo de la línea equinoccial, hay cientos y miles de puntos exactos con latitud 0, y que ubicarlos no necesitaría ninguna ciencia arcana: solo habría que mirar al suelo para ver si uno proyecta o no su sombra. A este descubrimiento, Cobo añade otro de simpleza extraordinaria: que si del Catequilla se trazan líneas en ciertos ángulos (particularmente de los solsticios y los equinoccios) se van a encontrar, en fila, los asentamientos arqueológicos e históricos conocidos (cita, entre otras, una línea que tendría al Catequilla en fila con la iglesia de San Francisco, la Capilla del Hombre, Otavalo, Pomasqui, etc.). En buen razonamiento arqueológico, esto hubiera requerido que, a lo largo de la historia ecuatoriana, numerosos pueblos indígenas, mestizos y europeos, habrían tenido que responder a algún “inconsciente colectivo” para alinear sus ciudades (y hasta edificios), de acuerdo a ciertas pautas predeterminadas por un oscuro y no descubierto pueblo precolombino. Ahora bien, desde la terraza de mi casa, que no tiene nada de ceremonial ni de extraterrestre, pasan líneas imaginarias que pueden alinear tranquilamente a mi casa con la Casa Blanca, Carondelet, la Comandancia de Policía, y (¿por qué no?), hasta el Catequilla, Pumapungo y Quitoloma . Y esto por una razón muy simple: que alrededor de cualquier punto donde estemos, hay asentamientos de diversas épocas en 360º a la redonda. ¿Que diríamos de alguien que nos confía que ha descubierto que cuando sale el sol es de día? Pues, el descubrimiento de Cobo es de la misma naturaleza: una verdad evidente que no necesita descubrirse. En realidad, lo extraordinario fuera que, a lo largo de las líneas escogidas por Cobo, precisamente NO existiera ningun asentamiento arqueológico o histórico. Esto constituiría un problema arqueológico digno de ser dilucidado con investigaciones sistemáticas. ¿Cómo entender la insistencia de Cobo en un proyecto que no está acompañado de ninguna investigación científica seria?. Por cierto, su compra del sitio con claros fines turísticos, pone en predicamento el modo como puede utilizar la información del sitio. La gente que acude al lugar desconoce de solsticios y equinoccios, pero todos bajan del cerro impresionados, declarando a la televisión que en el Catequilla está la cuna de la nación ecuatoriana (?). Si la identidad nacional tenemos que construirla a partir de los “descubrimientos” del Catequilla, Dios nos libre de la que vamos a sacar de la latitud 0º0’00’’. Lo más curioso es que Cobo, envuelto en su nebulosa, opta por ignorar el entorno histórico del Catequilla. En efecto, a la base del cerro pasa el antiguo camino precolombino que iba al país caranqui, donde Huayna Capac hizo la última campaña bélica del imperio, y se encuentra además el sitio de Rumicucho, muy visitado por los turistas (por cierto, desde el Catequilla, la vista de Rumicucho es impresionante). Además, al otro lado de la planicie de Rumicucho, se ven los cerros de La Marca, donde existen dos pucaráes precolombinos. No se descarta que investigaciones sistemáticas descubran algún sitio precolombino en el Catequilla. Desconociendo que Catequilla es una quichuización del vocablo Katekil, algún aficionado se ha apresurado ya a declarar al cerro como templo de la luna. En realidad, el topónimo original sugiere que el cerro habría sido talvez una huaca de Katekil, el héroe andino que fulminaba a sus enemigos con rayos y truenos. La mitología de los varios Catekillas ubicados en el Ecuador ha sido estudiada por los arqueólogos canadienses John y Sara Topic, quienes han señalado ya que el culto de Katekil fue traído del norte del Perú por Huayna Cápac. En otras palabras, el cerro Catekilla de Cristobal Cobo puede servir turísticamente como el mirador de un trecho de historia y mitología andinas del antiguo Ecuador, sin necesidad de recurrir a ninguna especulación de naturaleza astronómica no debidamente probada. Por cierto, es saludable que la sociedad no académica se involucre en averiguar sobre el pasado del país, pero hay que tener en cuenta que la ciencia tiene reglas, y muy rigurosas. No seguirlas lleva al establecimiento de una pseudoarqueología que, al no encontrar espacio en la academia, copa los medios de comunicación, desorientando a la ciudadanía. Y ya sabemos que, para los “medios”, la arqueología tiene rating solamente si los vestigios han sido abandonados por los extraterrestres, o si han constituido, probadamente o no, observatorios astronómicos. Poco importa si el sitio carece hitos de referencia (estelas, montones de piedras, rocas en el paisaje, los lados del umbral de una entrada, etc.) construidos o utilizados para marcar el segmento del horizonte o del cielo donde se habrían hecho las observaciones astronómicas. Por ello, no extraña que cualquier individuo o comunidad que tenga una loma en su llacta, la declare observatorio astronómico, para turismo de los ingenuos y manantial de labia de los charlatanes. |
Comentarios
Los incas si descubrieron el lugar, pues para eso vinieron desde el Cuzco, para sentarse en el trono del SOl y seguramente como resguardo edificaron el Rumicucho, el mismo que tiene la forma de un INCA, al igual que Sacsayhuaman, que son como "guardianes" .
Si es de interés de la revista, puedo envisrles un articulo al respecto.
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