La cultura manteña ha sido una de las que más atención ha recibido dentro de las investigaciones con respecto a la dinámica comercial que se desarrolló en la región andina. Los elementos de mayor relevancia para la comprensión de su funcionamiento han estado marcados por el tráfico de Spondylus y por las destrezas en la navegación que facilitó el comercio a larga distancia (Norton 1986; Holm 1982; Marcos 1995; Hocquenghem 1995; Rostoworowski 1999). Tales trabajos analizan la importancia comercial en cuanto a rutas marítimas y terrestres, productos de intercambio, e interacción con otros pueblos en términos comerciales. No obstante, la escasa información respecto al funcionamiento interno de este grupo cultural limita la comprensión de cómo se llevaron a cabo las relaciones sociales.
Las más tempranas referencias sobre los pueblos asentados en la actual provincia de Manabí corresponden a los cronistas españoles que se aventuraron por vez primera hacia el sur del continente (Sámano Xerez 1528; Cieza de León 1553; Cabello Balboa 1586). Estas primeras impresiones hablan de una zona costera densamente poblada, conformada por una serie de ciudades espacialmente ordenadas. Así mismo, se destaca la presencia de entidades con bastante poder político, a la cabeza de las principales actividades seculares y religiosas. No obstante uno de los aspectos que más ha captado la atención de los investigadores ha sido la referencia al encuentro de los españoles con una embarcación manteña.
A partir de este relato, surge el interés para el desarrollo de varias investigaciones acerca de la actividad comercial ligada a las destrezas en la navegación. Ya tempranamente, Jijón y Caamaño (1952) planteó que entre los manteños-huancavilcas existió una liga de mercaderes. A esto se agrega trabajos posteriores, en los cuales Jorge Marcos (1978, 1985) establece la expansión de un culto de la concha Spondylus y el caracol Strombus, íconos de las lluvias, desde la costa ecuatoriana hacia la región andina. Este intercambio, que habría empezado en el período formativo, se mantuvo hasta la época manteña, siendo el impulsor de la actividad comercial, facilitada por la navegación marítima a largas distancias, donde la balsa jugó un papel fundamental.
Presley Norton (1986) notó, al respecto, que el ecosistema de la balsa se encuentra mayoritariamente en la costa ecuatoriana, que habría prestado sus ventajas ecológicas para una explotación destinada a la fabricación de resistentes embarcaciones para incursionar mar adentro, rescatando así la idea de la liga de mercaderes. Por tanto, los manteños aparentemente habrían cubierto varias rutas de navegación que abarcaron un área de influencia comercial comprendida desde las costas centroamericanas hasta la costa norte del Perú (Marcos 1986, 1986, 1995; Hocquenghem 1995).
En este contexto, es interesante notar que las distintas rutas comerciales fueron fundamentales en el aprovisionamiento de recursos de diferentes zonas y el tráfico de bienes que posteriormente asegurarían la consolidación de los diferentes señoríos andinos (Hoquenghem 1995, Marcos 1995, Rostworowski 1999). Sin embargo, es claro que en la relación producción-comercio entre los diferentes señoríos andinos, el intercambio no pudo ser la única fuente de sustento económico, sino que debió estar estrechamente vinculado a una base productiva para el sustento de la mayor parte de la población.
En este sentido, la existencia en la sociedad manteña de importantes poblados, tanto en la costa como en el interior, podría explicar la relación entre las diferentes actividades de explotación, producción y comercialización como ejes de la estructuración social. En tal virtud, se ha sugerido que los sitios hacia el mar cumplieron un papel importante en la actividad de intercambio comercial, en calidad de puertos (Holm 1982; Marcos 1995; McEwan 1995,2000, 2003; Norton 1986), mientras que los poblados menores habrían desarrollado actividades especializadas destinadas al intercambio.
Así mismo, se ha planteado que los sitios del interior jugaron un rol preponderante en la producción básicamente agrícola, así como en la extracción de recursos y las actividades ceremoniales (Holm 1982, Norton 1986, Marcos 1995; McEwan 1995, 2000, 2003). En estos lugares, los investigadores han trabajado bajo el supuesto de que el eje de la organización sociopolítica fue la concentración de actividades rituales.
Entre los principales asentamientos del interior se encuentran Cerro de Hojas, Cerro Jaboncillo, Cerro Montecristi, y Agua Blanca, respecto a los cuales se ha propuesto que cumplieron funciones ceremoniales, por tanto corroborando como plausible la concentración de la actividad ritual en los valles del interior. McEwan (2003) realiza un análisis comparativo entre estos sitios, destacando varios elementos en común, como la presencia de sillas, estelas y estructuras de piedra.
McEwan plantea dos corrientes que influyeron en la organización de los manteños. La primera sobre el uso de los asientos de poder, cuya distribución es propia de las regiones amazónica y del Caribe. La segunda, de clara raíz andina, sobre el culto al sol, evidenciado en la alineación espacial de las estructuras (de Agua Blanca) con los solsticios y equinoccios. La conexión entre estas dos corrientes se encontraría, según McEwan, en la relación silla-sol, en la que el personaje sentado sería la imagen de la deidad solar en su trono, simbolizando un vínculo de lo cósmico con la tierra. No obstante, si bien la relación que establece entre la costa y la amazonía es interesante y hasta cierto punto plausible, las evidencias acerca de un culto solar principal, entre los manteños, no son lo suficientemente claras.
Aún quedan muchos aspectos sobre los manteños que deben ser clarificados, ya que se trata de una cultura sumamente compleja, que mantuvo hegemonía e independencia en el circuito del intercambio comercial andino. |
Comentarios