De Coleccionista a Arqueólogo: Lecciones del Siglo XX |
Escrito por Florencio Delgado-Espinoza |
Sábado, 11 de Septiembre de 2010 12:18 |
Es ya casi un cliché decir que, en el Ecuador de gran parte del siglo 20, el estudio del pasado estuvo en manos de coleccionistas conscientes de que sus adquisiciones representaban parte de la historia de las sociedades precolombinas. Luego de la importante contribución que hiciera a su estudio el Obispo Federico González Suárez, Jacinto Jijón y Caamaño, un ávido coleccionista de arte, incursiona en el tema, pero a diferencia del primero, decide construir su colección arqueológica, a partir de excavaciones que realiza de manera personal. Por lo general, elige para estos trabajos sus extensas propiedades, y en algunos casos, excava en zonas ajenas, como los sitios de la provincia de Manabí y el sitio peruano de Maranga. El trabajo de campo despierta en él la necesidad de dar explicación y contenido histórico al material recogido, recurriendo a informes y publicaciones arqueológicas de varias regiones del mundo. Jijón sufre entonces la metamorfosis de un mero acumulador de bienes (coleccionista) en un arqueólogo de tradición coleccionista explicativa. En aquellos tiempos, eso de deambular por el territorio buscando piezas arqueológicas era definitivamente un hobby aristócrata practicado por varios personajes; empero Jijón, a diferencia del resto, trató de explicar el proceso cultural a través de los objetos. Durante el siglo pasado, más específicamente entre los 50s y 60s, surge en Guayaquil otra figura importante de la arqueología ecuatoriana que, de forma irónica. se catapulta internacionalmente a través de una copublicación post-morten, en la cual aparece como tercer autor. La célebre obra del Smithsonian Institute, Early Formative Period of Costal Ecuador: The Valdivia and Machalilla Phases (1965), publicada por Betty Meggers, Clifford Evans y Emilio Estrada, marca un antes y un después en la arqueología de la costa y señala a Estrada como uno de los referentes del difusionismo ecuatoriano. La controvertida teoría desarrollada en la publicación señala un origen japonés para la cerámica Valdivia, entonces considerada la más antigua del Nuevo Mundo. Tal hipótesis atrajo la atención mundial, con especialistas que aceptaban la idea como un hecho, y otros que la consideraban como un craso error de interpretación. Estrada, sin embargo, nunca se enteró de tal controversia, pues murió antes de que apareciera el libro. En su corta pero prolija carrera en arqueología, Emilio Estrada, en realidad excavó personalmente sólo unos pocos sitios, ya que, a diferencia de Jijón y Caamaño, los negocios ocupaban gran parte de su tiempo. Estrada comenzó su trabajo con el fin de coleccionar material para su museo privado. La mayoría de las excavaciones fueron ejecutadas por Julio Viteri Gamboa y Félix Martínez. En realidad, Estrada, era menos ávido lector que Jijón, aunque los dos trataron de explicar el proceso histórico mientras incrementaban sus colecciones. Las épocas históricas de Jijón y Estrada eran distintas; mientras el primero era gran terrateniente de la sierra y representante de una parte de la historia política y económica del país dominado por la élite feudal quiteña, el segundo representaba el surgimiento de la agro-exportación costeña y de la banca guayaquileña, que aparece con fuerza en los años 50. Mientras Estrada representaba al banquero de la costa, Jijón era más bien un importante miembro del partido conservador y llegó a ser alcalde de Quito. Estrada combinaba el deporte con el trabajo en la banca y de allí dio un paso hacia la arqueología, convirtiéndose en un prominente arqueólogo, como lo recordamos hoy. La pregunta importante que nos hacemos es ¿cómo surge su interés por explicar el pasado? Del estudio de documentos, tales como la correspondencia que mantuvo con Julio Viteri Gamboa, podemos establecer que los intereses no fueron muy diferentes a los que impulsaron a Jijón, es decir a la necesidad de coleccionar objetos de arte precolombino. Con el interés de reconstruir una “arqueología” de la arqueología del Ecuador, se analiza aquí parte de la correspondencia mencionada. Una de las cartas de Viteri Gamboa a Emilio Estrada es la siguiente (las cartas se han transcrito con la sintaxis original, aunque se ha añadido alguna puntuación para mejorar la comprensión). Milagro 10 de Julio de 1953, Señor Emilio Estrada Ycaza, Guayaquil. De acuerdo con sus instrucciones me trasladé esta mañana a LAS PALMAS, de eso de las dos de la tarde empezamos a encontrar unos pedazos de cerámica, la de esta zona se distinguen de los otros sectores por el brillo, es decir, son como los que usted me hablaba, esmaltados. Aunque no me he topado con la casa del Joyero como dijo Ceballos pero ya me topé con dos monedas hachas, espero acercarme poco a poco a la olla del acuñador de monedas. Con el portador le mando dos hachitas i unas muestras de barro para que las estudie el lunes o martes que pueda llevar algo. Hoy tumbaron los tractores la tola de Elisita, el domingo o lunes. Atentamente, JVG. Una segunda misiva, escrita unos pocos días después, es como sigue: Milagro, 4 de Septiembre de 1953, Señor Don Emilio Estrada Ycaza, Guayaquil. Estimado Señor: Como es mi deber debo informarle sobre el trabajo en los últimos días. En Los Monos el trabajo va en forma pesada, porque solo tengo el trabajo de nuestra gente, no puedo marcar el mismo ritmo anterior debido a que en Valdez tengo el apoyo de las maquinas i de los hombres, sin embargo estamos tratando de arrancarle a la tierra algo contra su propia voluntad. Mi hija le entregará la primera ollita que la he sacado personalmente en Los Monos, así cumplo a usted mi palabra. Van también algunos tiestos del mismo lugar, esos los recogí acompañado de Monseñor Silvio Haro. Monseñor Haro me visitó ayer cuando recién llegaba de localizar un nuevo lugar, Cañafistola, i de allí traía unos fragmentos como primeros indicios, entre esos fragmentos encontré, los que le mando que parecen de porcelana. En vista de que Monseñor sabe bastante sobre arqueología, aproveché la visita i le pregunté sobre lo que acababa de encontrar; los de porcelana fueron encontrados unos veinte centímetros del nivel de la parte alta de la loma i los otros, metro i medio adentro. Me dijo que los enlozados pertenecían a la Colonia i los otros eran aborígenes muy antiguos, en principio sostenía que los indios eran huancavilcas, luego cuando le enseñé los tubos i vio mis dibujos de Gante, aceptó una civilización muy particular es decir los YAGUACHIS. Pese a su temor por las culebras le llevé hasta “Los Monos”, ninguno de los agasajos hechos en esta ciudad lo agradece tanto, le hice recorrer la muralla, le tome unas fotos para su libro, vio como he trabajado tanto i he encontrado tan poco. Fueron estas sus palabras. “Busque, busque por todas partes pero no salga de esta muralla, esto es algo grandioso, no se desanime, la Loma grande debió haber sido un cementerio al mismo tiempo que un mirador, la meseta es una tola habitación, hay que buscar incluso en la muralla, pero este lugar dirá mucho de nuestro pasado”. Me dio el significado de algunas palabras, es decir de nombres de esta zona, le obsequié una hachita de cobre, me dijo que hasta hoy no había podido conseguir, yo tenía dos i se la di. Se admiró mucho de que usted me apoye, lo creía solo deportista i comerciante, encargó presentarle sus saludos, me pidió autorización para escribir un artículo, me solicitó dibujos de GANTE, no le he dado nada solo la charla, pero me dijo entre conversa y cerveza, que piensa editar un libro sobre este asunto el mismo que abarcará toda la Diócesis, por todo esto me permito sugerirle que usted debe empezar el suyo, usted tiene en su poder los mejores documentos de toda la provincia, yo le ayudare en lo que pueda, sea en esta zona o en otra que sea necesario. Me escribieron los de la Casa de la Cultura, le mando la carta, estos señores solo quieren las maduras para ellos i las verdes para nosotros, recuerda cuando los visitamos? Se creyeron tan importantes que parecía tener en sus manos la historia del mundo. Lugares de trabajo en la semana presente: Los Monos…2 hombres; Cañafístula (Peñafiel)…2; Tímalo… 2. Si debo suspender algunos de los hombres avíseme o si debo volcarme a los “Monos”. Mande el dinero para pagar a la gente i el cuchillo o sable que me estaba dando en su casa, le pido porque mi cuchillo se rompió esta mañana i ese me serviría como aquel que llaman varilla de arqueólogo. Me disculpa el término mande; ha sido consecuencia del cansancio de hoy. JVG. Estas dos comunicaciones dan luces sobre la forma en que se desarrollaron las investigaciones sobre el pasado en la costa. Señalan situaciones de la época, así como la relación de trabajo entre Viteri Gamboa y Estrada. Se colige que Estrada estaba interesado en el material cultural de Milagro. Por ello, de su propio peculio, pagaba a Viteri y a los trabajadores que este último empleaba en las excavaciones. Claro está que, al menos al tiempo en que estas cartas fueron escritas, las excavaciones carecían de método; en ninguna parte se señala la metodología de excavación, peor algún recuento de la estratigrafía del lugar. En realidad, la actividad que Viteri Gamboa desarrollaba para Estrada era más bien de buscar material para su museo. La diferencia con el huaquero común y corriente estaba en que este no sólo coleccionaba el material completo y de metal, sino que estaba interesado en “estudiar” incluso los tiestos. Esto le da un tinte de arqueólogo más que de huaquero. De la segunda carta se puede colegir que la publicación Ensayo preliminar sobre la arqueología de Milagro, aparece a finales del 1954, luego de la sugerencia de Viteri. En este trabajo, se presenta la evidencia encontrada, un mapa de sitios y los dibujos de Viteri. Si bien este trabajo fue escrito por Estrada, las comunicaciones en mención señalan que el autor casi nunca estuvo en la zona; por tanto, se duda que haya excavado alguno de los sitios reportados. Este trabajo da cuenta de los sitios excavados y pretende hacer una breve caracterización del material de la zona. Luego de las relaciones que Estrada establece con Meggers y Evans, surge la transformación de Estrada, y por supuesto también la de Viteri. A partir de este momento, el trabajo de Viteri ya no consiste solo en cavar y recopilar el material, sino en realizar excavaciones estratigráficas que fueran más allá de la mera obtención de piezas para el museo. Para 1957, en la publicación Ultimas civilizaciones pre-históricas de la cuenca del rio Guayas, Estrada utiliza los datos de las excavaciones estratigráficas de Meggers y Evans en el sitio Chorrera y señala ya el trabajo estratigráfico realizado en Chilintomo. Para entonces, Félix Martínez, el otro “buscador de sitios” de Estrada, había encontrado ya el sitio Valdivia en la costa pacífica. La influencia de Meggers y Evans en Estrada y, por su intermedio, en sus trabajadores de campo fue importante, ya que llevó a Estrada más allá de coleccionismo. Sus publicaciones son los primeros intentos de establecer una cronología en la Cuenca del Guayas. Estrada no era un coleccionista común. Coleccionaba para el museo, abierto al público, y no comerciaba con sus bienes, ni traficaba con el material obtenido. Si bien Estrada, al igual que Jijón, comenzó con el interés de coleccionar, los dos terminaron buscando dar explicaciones al material, contextualizarlo y reportar sobre el mismo. La influencia que Estrada recibió de la arqueología estadounidense fue importante pues, a partir de entonces, este autor trata de establecer la historia de las regiones de donde extrae las piezas. Pasó de coleccionista de arte a arqueólogo que, a partir del material recuperado, trata de explicar la historia. Eran otros tiempos y otras realidades. Jijón, Viteri, Estrada, Monseñor Haro, etc., fueron la expresión del estudio romántico del pasado; una suerte de Indiana Jones criollos. Mucho se ha avanzado desde entonces. Ahora en el siglo XXI, la arqueología no se practica de esta forma: no se excava exclusivamente para acrecentar galerías y museos, sino que se abren los contextos para entender mejor la historia. Lo que el arqueólogo excava no son objetos de contemplación para el beneplácito exquisito de una élite económica que se piensa intelectual; excavamos en pos de los datos que permitirán reconstruir el pasado de la humanidad. No hay problema si hay muchas versiones del pasado, pero estas no pueden sustentarse, por la falta de datos, sólo en la imaginación de los investigadores. Varias explicaciones sobre los mismos datos son posibles, pero las explicaciones fantasiosas que surgen por falta de datos no son procesuales, ni post procesuales, ni colonialistas ni post-colonialistas; son simplemente invenciones. Las prácticas del siglo pasado son acaso entendibles por la falta de profesionales. Por cierto, ahora tampoco son muchos los que estudian el pasado (faltan muchos más), pero ya existe un número importante de profesionales a los que se les pide trabajos con técnica y con ética. Estos nuevos profesionales son un conglomerado que no ve a la arqueología como la practica romántica de ir a lugares exóticos y encontrar “grandes civilizaciones”, sino más bien estudiar el pasado, en todas sus manifestaciones posibles. Por ello, cualquier intento de regresar al siglo anterior debe ser tomado en cuenta, identificado y repelido por las presentes y futuras generaciones. Atrás quedaron esos tiempos cómodos para arqueólogos y aficionados que iban a excavar, coleccionar y (en muy pocos casos), publicar, sin que en las zonas donde hayan excavado se conozca nada sobre su trabajo. Esa arqueología colonial, colonizante y dominada por miembros de una elite blancomestiza quienes, con suerte o con recursos para estudiar en el extranjero, se transformaron en la única voz sobre el pasado. Hoy, el trabajo es con las comunidades, con la participación del ciudadano, no excluyente y cada vez menos elitista. Asumir los cambios no es tarea fácil, sobre todo para los arqueólogos del siglo XX, pero hay que emprenderla; de no hacerlo, simplemente continuaríamos alejados de las nuevas formas de establecer el conocimiento académico. Con una visión neocolonizante, alejada del contexto social y político de donde se extraen los datos, no tenemos futuro en siglo XXI. Emilio Estrada, 1954, Ensayo preliminar sobre la arqueología de Milagro, Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil. Emilio Estrada, 1957, Ultimas civilizaciones pre-históricas de la cuenca del rio Guayas, Publicaciones del Museo Víctor Emilio Estrada, vol. 2. Guayaquil. Betty J. Meggers, Clifford Evans, y Emilio Estrada, 1965, Early Formative Period of Costal Ecuador: The Valdivia and Machalilla Phases, Smithsonian Institution, Washington. |
Última actualización el Sábado, 11 de Septiembre de 2010 12:31 |