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Entre las escuelas arqueológicas que han surgido en las últimas décadas, cabe relievar el rol protagónico de la Arqueología Social Latinoamericana (ASL), que surge con un marco teórico marxista, recibiendo gran acogida en todo el continente. La ASL da sus primeros pasos en Perú, entre 1919 y 1939, con arqueólogos e intelectuales como Luis Valcárcel, Julio Tello, José Mariategui y Víctor Haya, pero su aceptación es mas bien tardía, acaso por la persecución y represión ejercida sobre los ideólogos marxistas, y porque la arqueología no se había planteado aún como ciencia social. Con la publicación de “Marxismo y Sociedades Antiguas” de Roger Bartra (1964), nace un nuevo interés por los lineamientos materialistas en la arqueología latinoamericana, y surgen nuevas figuras en el pensamiento social del continente. Además, a partir del Congreso de Americanistas de Lima (1970), se empiezan a intercambiar las primeras ideas sobre lo que luego sería la gran teoría social latinoamericana. En este contexto, se produce en la década de 1970 una proliferación de publicaciones de tendencia marxista, como “La Arqueología como ciencia social (1974)” de L. Lumbreras; “Antiguas Formaciones y Modos de Producción Venezolanos (1974)” de Sanoja y Vargas; “Arqueología y Materialismo Histórico (1977)” y “Sociedad, formación económico social y cultura (1978)” de Luis F. Bate; “Fundamentos para una teoría arqueológica (1980)” de Julio Montané, y por cierto la reedición del libro de Bartra (1975). En esta coyuntura, se forma en 1983 el Grupo de Oaxtepec, cuyo mayor representante es Bate, pero que incluye importantes nombres como los de Lumbreras (Perú), Vargas y Sanoja (Venezuela), Veloz Maggiolo (República Dominicana ), y ótros como Montané, Gándara, Matos, López, Manzanilla, y Díaz-Polanco. Los puntos básicos de la ASL, recogidos por Bate en su libro “El proceso de investigación en arqueología (1998)”, comprenden el rechazo al materialismo mecánico y evolución cultural, por un lado, y a la idea de que los modos de producción se articulan por separado, ya que contradice la idea del materialismo estructural. Además se propone un regreso a los clásicos materialistas (Marx y Engels, principalmente), y la conexión indisoluble entre teoría, metodología y técnicas. Por último se establece definitivamente a la arqueología como ciencia social, y se postula la idea de una historia procesual. Todos estos puntos serán ampliamente desarrollados en los estudios realizados por Bate y por el resto de integrantes de Oaxtepec. Cabe señalar también que hay notoria influencia del pensamiento de Gordon Childe, especialmente cuando se postula a la historia como algo procesual, ya que uno de los pioneros en hablar de procesos históricos es este autor. Bate (1998) señala que “la teoría es, en cada momento y al mismo tiempo, resultado de investigaciones precedentes y punto de partida de las nuevas investigaciones”. Por tanto, la teoría, como punto inicial de una investigación, juega un papel muy importante, ya que permite el planteamiento sistemático de los problemas, y al mismo tiempo la planificación de los procedimientos que serán utilizados en la investigación que va a generar nuevos conocimientos y a la vez nuevos planteamientos teóricos. En la ASL, el planteamiento de lineamientos teóricos debe surgir de nuestras propias realidades, ya que así resulta más fácil dar una interpretación de los datos obtenidos en el campo. La teoría latinoamericana está siempre ligada a su realidad coyuntural, con la oportuna cobertura del marxismo que llegó a la arqueología cuando Latinoamérica necesitaba una reivindicación como productora de teoría. La producción académica de la ASL es bastante grande y en cierta medida logra reivindicar el pensamiento de nuestro continente, colocándolo en la palestra de las discusiones mundiales en arqueología. Hace falta definir los campos y las realidades sobre las cuales los arqueólogos latinoamericanos están trabajando y de esta misión se está encargando dicha escuela. Sin embargo, la arqueología social latinoamericana no podrá ser considerada como una teoría nueva, ya que ésta es una aplicación y adaptación de teorías precedentes, como el materialismo histórico de Marx y la ideas de Childe de una arqueología como ciencia social. Lo que es meritorio dentro de esta aplicación teórica es que, en cierta medida, se ha logrado consolidar un corpus metodológico que, por sí solo, entiende muy bien la realidad latinoamericana. |