Símbolo, Historia e Identidad |
Written by María-José Rivadeneira |
Friday, 12 December 2008 08:55 |
There are no translations available for the moment. Thanks for you comprehension. En este momento nos trasladaremos a un mundo en el que las voces de las personas, nuestras fuentes orales a través de la historia, queden profundamente silenciadas para dar protagonismo a los testimonios jamás escuchados del lenguaje de los símbolos. Nuestra primera parada: año 2.100 a.C., frente a nosotros el Olimpo. Subiendo por un camino polvoriento y luchando contra un viento testarudo, dejamos atrás el mar Mediterráneo y, ya un poco exhaustos, nos encontramos con Zeus, el dios de todos los dioses griegos, sentado en su trono. Quizá alguien se situó entre las filas de los soldados espartanos, o de repente alguno pescó a Cupido flechando al que se le atravesaba en el camino. Ahora, mientras el sonido del gong se dispersa, visualizamos el Yin-Yang asociándolo directamente con las culturas orientales de donde surgió. A menudo nos encontramos envueltos en una cantidad de símbolos que reflejan cosas cotidianas, como el estampado de una camiseta, las señales de tránsito, los símbolos patrios, los tatuajes corporales y, con un tinte más tecnológico, los íconos gestuales del Windows Messenger. Para citar algunos ejemplos, se podrían enumerar los logotipos de los equipos de fútbol, un “PARE” gigante en medio de la calle más transitada, la hoja de Maple de los canadienses, un ancla en el brazo de un marinero y un coqueto “guiño animado” en el monitor de alguna computadora. Es así como, a través de los símbolos, buscamos simplificar la definición de algo importante y le otorgamos a este el “don de la representación”. Pero nuestro recorrido no finaliza aquí; porque a partir de este momento, nos situaremos en un espacio lleno de íconos que claman ser devueltos a su verdadero lugar de origen. Sin embargo, sus lamentos son inútiles pues a la gente se le ha metido en la cabeza la idea de “recuperar una identidad y rescatar las raíces”, rebuscando entre nuestra empolvada historia algún dibujito alhaja que se convierta de la noche a la mañana en el referente de una cultura ancestral, misteriosamente acoplada a un contexto ajeno a su naturaleza, y distorsionando su significado real. Una ciudad llena de contrastes en la que se funde de forma perfecta lo colonial con lo moderno; una ciudad en donde el tiempo es un anciano con sombrero y barba gris, que sentado en una banca de piedra, mira transitar a las personas, los días, las horas –que al parecer, avanzaron pero, a la vez, se detuvieron en nuestra memoria. “Oh ciudad española en el Ande, oh ciudad que el Incario soñó; porque te hizo Atahualpa eres grande, y también porque España te amó”: Quito. Cuántas veces nos hemos perdido en el Centro histórico de esta ciudad, buscando algunas direcciones y de repente nos encontramos aturdidos y más perdidos que antes, porque el nombre de la cuadra nos advierte una “Calle del suspiro”. Y si tenemos suerte, logramos ver ese letrero verde enorme de letras blancas que lleva el nombre con el que vulgarmente se le conoce a dicha calle. Y con más suerte todavía, después de sentirnos ya no tan desubicados, logramos ver que la placa donde dice el “apodo antiguo” de la calle, muestra en su parte superior un adorno de esos que parecen ser del pasado. ¿Lo recuerdan? Ahora que nos encontramos más familiarizados con este ícono, podríamos intentar pensar a qué parte de nuestra historia pertenece, cuál es su significado y en qué otros lugares lo hemos visto. Quizá esta parte es un poco complicada, porque a menudo vemos tantos símbolos en todos lados que finalmente terminan por hacerse casi invisibles para nosotros, porque incluso desconocemos sus nombres e importancia. El dibujito al cual me refiero es el sol pasto. Los Pastos estaban ubicados en una porción sur del Departamento de Nariño (Colombia) y la provincia del Carchi (Ecuador) antes del siglo XVI. Fueron una sociedad agrícola de altura, que basó su economía en la producción de tubérculos y de maíz. En la época de la invasión incaica y durante las primeras décadas del período colonial, los caciques contaban con sus propios especialistas en el comercio, los mindaláes, es decir, comerciantes a larga distancia de bienes sobre todo exóticos, traídos desde las tierras bajas occidentales y orientales hacia los centros de poder en el altiplano. La diferenciación social es visible en el patrón de enterramiento. Entre los objetos funerarios, las piezas de alfarería reproducen una ideología, quizás religiosa, que alude a astros, guerreros, chamanes, jefes sentados en sus bancos de poder, mujeres madres, monos, venados, y varios otros motivos que dan pie para sugerir que los Pa tos mantenían creencias propias sobre el mundo y practicaban rituales sobre la muerte. Algunos de los vestigios encontrados se hallan hoy en centros urbanos como Ipiales, El Ángel, Huaca, San Gabriel, Tulcán, El Vínculo y Puchúes (Landázuri C. y J. Vásquez, 2007:216-17). Los monos, estrellas y el tan conocido sol pasto constituyen el legado de su cosmovisión, transmitido hasta hoy por medio de la iconografía alfarera y rupestre de los antiguos pastos. Karadimas interpreta los motivos de primates y mamíferos de la cerámica Piartal, Capulí y Tuza como la representación plástica de la constelación de Orión, acorde a los referentes del mito cosmogónico de los Mirañá en la Amazonía sur colombiana. Karadimas visualiza a Orión como el eje de la cosmovisión pasto en base a la comparación de los diseños en la cerámica con los personajes de la mitología mirañá. Los testimonios más sugestivos de todos estos datos se encuentran en los petroglifos que, por su tamaño y su peso, no han podido ser removidos de su lugar original. Comúnmente, reproducen los mismos motivos vistos en la cerámica y muchos otros, sin que obviamente falte el sol pasto (Landázuri C y Vásquez J., 2007: 218-220). En este punto, conviene hacer una pregunta muy importante: Si este símbolo es un ícono sagrado de los antiguos Pastos, ¿qué hace exhibiéndose en las calles del casco colonial quiteño? En realidad, el sol pasto ha tenido bastante acogida, en especial dentro de las organizaciones y movimientos que buscan una recuperación de las identidades ancestrales. Es por ello que es muy típico encontrar este y otros símbolos como logotipos de partidos políticos, municipalidades (Cotacachi, Montúfar, Quito), instituciones (INPC, Congreso Nacional del Ecuador, Fonsal, Casa de la Cultura de Ipiales), entre otros. Pero el problema aquí planteado, no es únicamente esta arbitraria apropiación de unos símbolos u otros; el problema de fondo es el desconocimiento de la historia que propicia una descontextualización arqueológica de tales íconos y el incentivo de la huaquería, presentes tanto entre los indígenas como entre los blanco-mestizos. El sol pasto no es simplemente un diseño reproducido en cerámica y petroglifos; va más allá de eso. Posiblemente aglutina no sólo el culto al sol y su particular número de puntas, se liga al concepto dual de las mitades y la cuadripartición del Tawantinsuyu, como eje de la cosmovisión del mundo andino. El culto al sol tiene posiblemente orígenes pre-inkas en toda la región andina; sin embargo, varios cronistas relatan una imposición del culto al Inti y la incorporación de wakas inkas para transformar la “geografía sagrada” a lo largo del Tawantinsuyo durante la conquista (Landázuri C y Vásquez J., 2007: 222-223). La reproducción de la iconografía precolombina es una estrategia turística de los municipios y sus entidades, para cautivar tanto a nacionales como a extranjeros y formar parte de este mundo de imaginarios y fantasmas que han venido opacando nuestro pasado y nuestra verdadera identidad. Con esto me refiero a la organización Quito Eterno, la cual ofrece recorridos guiados por un personaje histórico contando leyendas y hechos importantes de nuestro pasado. Apoyados por varios hoteles del Centro Histórico de Quito y el Municipio de la Ciudad, estos imaginarios cobran vida con la personificación de los diversos personajes como Manuela Sáenz, Marieta de Veintemilla, entre otros. "Quito siempre ha sido un lugar para la espiritualidad, lo fue antes de la conquista inca y de la llegada de los españoles. Los incas sabían que está en el centro del planeta" (www.elcomercio.com. Esta frase parece ser el slogan de esta organización; mientras que Frank Salomon (1980:158) describe al Quito pre-incásico como un tianguez o mercado nativo, en donde se ofrecían productos abundantes y variados. Otra de las actividades infaltables dentro de este proceso de la recuperación de identidades, son las celebraciones de los rituales ancestrales como el Inti Raimy, llevado a cabo en sitios que se supone son sagrados, pero los cuales no muestran evidencia científica suficiente para afirmarlo. Hay que admitirlo, los ecuatorianos no nos sentimos identificados con nuestra historia, porque hablar de ella es como transitar por un bosque pantanoso y lleno de neblina que no nos permite visualizar el camino por el que se debe avanzar. Es más, son nuestros paisajes, el fútbol y nuestra gastronomía a lo que primero recurrimos para dar un referente de lo que nuestra cultura significa. El hecho de utilizar símbolos sin un conocimiento previo de su existencia, es como plagiar y robar el crédito de quienes los materializaron. Además, este desconocimiento lleva a distorsionar la realidad y a crear un relato ficticio sobre estos íconos que, siendo sagrados en algún punto de nuestra historia, son profanados en la actualidad al utilizarlos en el ámbito meramente cotidiano. Por ello cabe preguntarnos: ¿Si anualmente se prohíbe la celebración del Halloween –por no ser una fiesta que nos pertenece y, por ende, estar fuera de contexto-, por qué no hacer campañas para desmaquillar las utopías históricas que tratan de embellecer nuestro pasado, y dejar de ver en los íconos de nuestros ancestros, un logotipo “andino” –utilizado hasta en camiones de basura- que reafirme nuestras raíces? Landázuri C. y Vásquez J., 2007, El sol pasto en la construcción de identidades, Antropología. Cuadernos de investigación 7: 216-230, PUCE. Salomon, Frank, 1980, Los señores étnicos de Quito en la época de los Incas, Instituto Otavaleño de Antropología. |
Last Updated on Thursday, 10 September 2009 01:38 |
Comments
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No de otra manera se puede explicar ese desafecto, por aquella piedra singular, abandonada a su suerte en peligro de caer porque los picapedreros han horadado su base, en busca tal vez de un tesoro oculto en la profundidad sin darse cuenta que el tesoro es real y está frente a sus ojos. Lastimosamente lo que conmueve al ser humano es el afecto y una vez perdido, solo queda el olvido.
Sin embargo, Machines hace parte de los pasados posibles, de los que tanto se enorgullecen los Pastos. Machines es antigüedad, es tradición, es lo que pasa y lo que queda. Sin embargo el presente soberbio y lleno de necesidades económicas e intereses políticos exige tal atención, que no se han dado cuenta que su estrella de ocho puntas, el Sol de los Pastos está cerca de desaparecer. Los Pastos, han devenido en hombres económicos, en detrimento de su ser cultural; prefieren partir la piedra y venderla por unos cuantos pesos antes que pensar que la piedra de machines no tiene precio.
Raya en la ironía, en este contexto, la fiesta del Inti Raymi en 2008, referenciada por Armando José Quijano Vodniza , en la cual los Pastos son capaces de realizar su principal ritual de la llegada del solsticio vernal en el petroglifo de Los Machines, obra rupestre abandonada, expuesta al deterioro y la destrucción de los mismos Pastos. Machines tiene el inconveniente de haber nacido en una mina de piedra.
Causa estupor ver, en la comarca del sur, cómo los Resguardos de los Pastos tienen pintada en sus banderas o escudos la estrella de Machines en una muestra de singular instrumentalización de la talla en piedra, convertida en logo y en sello que se muestra con orgullo, al tiempo que se abandona y destruye la original. Es como querer más la foto de la madre que a la madre misma.
Cada golpe de la maza triturando la piedra en Machines es un golpe de olvido a la memoria narrable. Así se van perdiendo los relatos y los Pastos van quedando vacios de génesis. Cada golpe de maza a la piedra acaba poco a poco con ese chispazo del universo que es la piedra de machines. ¿Qué le contarán los Pastos a sus hijos? Llegará un día en que les digan esta estrella de ocho puntas llamada el sol de los pastos existió durante muchos siglos, alcanzó a sobrevivir hasta el siglo XXI y luego desapareció, partida en mil pedazos, revuelta con arena y cemento en los cimientos de alguna casa en Cumbal. Por eso me gusta la nueva versión de la sostenibilidad: no es que debamos dejar a nuestros hijos un buen legado, es que lo que creemos que es nuestro por vivir en estos tiempos más bien es un préstamo d nuestros hijos y hemos de devolverlo mejor de cómo nos lo entregaron.
Qué bonito fuera, que los Pastos de Cumbal a quienes se les ha confiado el honor de tener la piedra de Machines en su territorio, gestaran una propuesta para hacer en machines un gran monumento arquitectónico a la nación Pasto, como el propuesto hace varios años por Armando José Quijano Vodniza, Holman Morales Upegui, Amanda Lucía Ordóñez Bravo, María del Pilar Guerrero López y William Castillo Valencia del Grupo de Investigación en Preservación del Patrimonio Cultural Histórico de la Facultad de Arquitectura de la Institución Universitaria CESMAG. Y que la gente conciente del valor del petroglifo, no crea que la Piedra de Machines puede estar mejor en cualquier sitio, que en Cumbal.
te felicito por la información que nos das.
me gustaría saber si el sol pasto representa a una estrella que se encuentra dentro de una constelación,
gracias
Mil gracias!