Escrito por Sthefano Serrano Ayala
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Miércoles, 19 de Febrero de 2014 08:05 |
Resumen
Este trabajo describe la industria lítica del Período Intermedio Temprano (Integración) recuperada del sitio de Oroloma en la región de Pambamarca y propone una tipología acorde a un taller ubicado en el subpáramo de la cordillera Real. Se detallan los tipos de artefactos y restos de talla que son vistos dentro de un sistema de intercambio secundario donde se extraían soportes de obsidiana para la distribución en los valles cercanos. El sitio de Oroloma no fue solamente un taller de obsidiana, sino también un enclave comercial entre los Andes Septentrionales del Ecuador y las tierras bajas de la amazonia. Los diferentes hallazgos en el sitio y su relación con los demás asentamientos prehispánicos del Período Intermedio Temprano, fuentes de materias primas, pisos ecológicos y producción local de bienes validarían este supuesto.
Palabras Clave: oroloma - taller lítico - sistema de intercambio secundario - obsidiana - cadena operativa - período intermedio Temprano - mullumica.
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Última actualización el Viernes, 21 de Febrero de 2014 13:05 |
Escrito por Dayuma Guayasamín Ortíz
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Martes, 18 de Febrero de 2014 02:45 |
Resumen
El presente artículo trata sobre la relación del ser humano con la naturaleza, en dos épocas distintas en la provincia del Carchi al Norte del Ecuador: la época Precolombina y la época de las haciendas. Los sistemas de riego han sido herramientas de control sobre la naturaleza por parte de los grupos humanos, siendo articuladores de sistemas económicos, políticos y sociales diferentes. En época de los Pastos, -sociedad indígena que tuvo su máximo desarrollo en el período de Integración-, el canal de riego Tipuya se estableció como parte de un sistema económico microvertical, que permitió el aprovechamiento de varios pisos ecológicos. En la época de las haciendas, en el siglo XVI, se reestructuró la economía de la región, cambiando de este modo los sistemas agrícolas indígenas por plantaciones impuestas por el sistema colonial, que reutilizaron estos sistemas de riego, en especial el canal Tipuya.
Palabras Clave: pastos - arqueología - carchi - sistemas de riego - tipuya.
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Escrito por Jorge Gómez Rendón
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Martes, 11 de Febrero de 2014 17:22 |
Resumen
La costa norte del Pacífico ecuatoriano debió albergar una importante variedad lingüística antes de la conquista castellana a juzgar por los numerosos grupos étnicos de cuya existencia dan fe las fuentes históricas que han llegado hasta nosotros. Pese a ello persiste la dificultad de asignar a cada uno de estos grupos una entidad lingüística diferenciada, sin la evaluación conjunta de los datos etnohistóricos y etnolingüísticos disponibles. Aunque a diferencia de lo que ocurre con la costa centro-sur, la tarea se ve facilitada por la pervivencia de lenguas indígenas que sirven como referencia para la coteja de los datos lingüísticos codificados en la onomástica, existen vacíos que deben ser llenados a fin de tener una mejor comprensión del mosaico lingüístico de la costa norte. Particular atención en dicho mosaico merece la presencia de la hoy extinta lengua esmeraldeña, por ser el producto de un contacto interétnico intenso entre poblaciones indígenas y afro-descendientes, pero también entre las tierras bajas occidentales y el piedemonte andino. La fortuna de poseer para dicha lengua un corpus recogido en 1871 nos permite analizar no sólo su léxico y estructura con fines clasificatorios sino también compulsar los datos lingüísticos con la evidencia etnohistórica sobre sus hablantes, rastreando al mismo tiempo a través de ella la presencia de las lenguas con las que estuvo en contacto hasta su desaparición a finales del siglo diecinueve.
Palabras Clave: lingüística amerindia - toponimia - antroponimia - lenguas precolombinas - litoral pacífico.
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Última actualización el Lunes, 17 de Febrero de 2014 03:37 |
Escrito por Ernesto Salazar
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Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:00 |
Nadie conoce el Noroccidente de Pichincha mejor que Ronald Lippi, arqueólogo estadounidense que, desde 1984, ha caminado por los vericuetos de esta montuosa zona, en busca de vestigios precolombinos. Ha descubierto sitios cerámicos, fuentes de sal, sitios con montículos artificiales (funerarios y residenciales), pucaráes, y “culuncos”, esos viejos caminos hundidos en el suelo por el trajín de humanos y bestias de carga, a través de los siglos. Su libro “Una exploración arqueológica del Pichincha Occidental, Ecuador” (Lippi 1998) resume el enorme trabajo realizado, constituyéndose en lectura obligada de cualquier interesado en la arqueología de la zona.
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Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:43 |
Escrito por Florencio Delgado-Espinoza
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Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:53 |
En un soleado día austral, los transeúntes pasaban por la plaza de Santo Domingo de la majestuosa Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca. Asentada sobre la antigua Tomebamba, esta ciudad creció a partir de un centro conformado por la iglesia, la picota y otros elementos típicos de las ciudades fundadas por los españoles en el siglo XVI. Hoy, las plazas, junto a las iglesias, son un espacio público donde se presenta una serie de actividades. Pero, en la administración municipal de un ex prefecto, no tan perfecto en la protección del patrimonio cultural, y en el punto más alto de su gestión, el centro histórico más bien se convirtió en un centro histérico, ya que, en el afán de regenerarlo, se abrían trincheras por doquier, dizque para el alcantarillado, dizque para mejorar las conexiones de luz, de teléfono y hasta de internet. La ciudad se encontraba bajo el ruido de la máquina, el tránsito alterado y las construcciones abiertas en amplias zonas. Los letreros fosforescentes reemplazaron toda señalética que hasta entonces había en el centro histórico. Cintas de plástico amarillo con letras grandes que decían “cuidado”, daban vueltas a las manzanas, y letreros de “hombre trabajando” eran comunes en la otrora pacifica zona patrimonial.
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Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:43 |
Escrito por Karen Olsen Bruhns
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Sábado, 08 de Febrero de 2014 00:12 |
En la actualidad, presentar el pasado es una tarea difícil. En efecto, muy poca gente sabe mayor cosa de su historia y mucho menos de su prehistoria, y la enseñanza del pasado en las escuelas es abismal, por decirlo de la mejor manera. Incidentalmente, esta no es una situación aplicable solamente al Ecuador, sino en general a casi a todo el mundo.
Uno de los principales canales para educar a la gente acerca de su historia son los museos, especialmente los grandes museos de historia, arte y cultura. La mayoría de los países tiene al menos uno; muchos tienen un principal (o nacional) en la ciudad capital, y otros más en los centros importantes de población. Este es el caso, naturalmente, de Ecuador, donde cada ciudad grande, y aun muchas pequeñas, tienen al menos un museo histórico-arqueológico. En estos museos se presenta diariamente el pasado del Ecuador a los niños de las escuelas, adultos interesados, turistas extranjeros y locales, candidatos a arqueólogos y expertos profesionales. Dada la amplia audiencia y la importancia de la historia nacional (incluyendo la anterior a la invasión española en la región andina), es esencial que las exposiciones, sus cédulas y otros textos explicativos sean razonablemente precisos y que no sean risibles en términos biológicos ni históricos. Este es el caso principalmente con los dioramas y presentaciones gráficas del pasado antiguo. Stephanie Moser, en su importante libro Ancestral images: the iconography of human origins (Cornell University Press, Ithaca, 1998), señala que la construcción artística, sea ésta una figura individual, una estatua o un diorama, es algo más que una imagen suelta. La reconstruction artística, sea de una figura individual o de una escena que pretenda mostrar el pasado antiguo, está integrando datos biológicos, medio ambientales, arqueológicos y sociales en una sola representación. Y es en el ámbito de los datos sociales donde muchas de estas representaciones acaban siendo terriblemente erróneas. En muchos casos, parece casi imposible olvidar que lo que es una situación cultural normal para el artista (o para el que lo paga), probablemente no corresponde a la que fue en el pasado distante. No obstante, ignorar este elemento crucial es presentar una mentira y ser culpable de presentar información falsa a una audiencia, en gran medida confiada. En otras palabras, es la misma cosa como presentar, en un curso de geología o astronomía, la idea de que el mundo es plano y de que el sistema solar se mueve alrededor de la tierra. Desafortunadamente, tanto patrocinadores como artistas parecen sentirse sublimes respecto a las falacias que imbuyen en su forma de imaginar el pasado, aun cuando, al hacerlo, están presentando falsedades a la audiencia.
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Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:38 |
Escrito por Santiago Ontaneda
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Viernes, 07 de Febrero de 2014 23:38 |
Las colecciones de los museos. Las piezas arqueológicas que se encuentran custodiadas en distintos museos del país forman parte del patrimonio cultural de los ecuatorianos. Si bien es cierto que la gran mayoría de aquellas ha llegado a los museos por vías no adecuadas, hay que comprender las distintas etapas de gestación y consolidación del quehacer arqueológico en el ámbito museal. La institución pionera en este campo fue el Banco Central del Ecuador1, que abrió su museo en 1969, en el contexto de un país que se embarcaba en la era petrolera y en el avance de la modernidad urbana e industrial. Incidentalmente, ese tiempo correspondía con la época en que América Latina iniciaba un creciente interés por recuperar los vestigios arqueológicos, producto de lo cual se habían formado el Museo de Oro de Bogotá y el Museo Antropológico de México. Ecuador se sumó a esta corriente y emprendió, a través de la gestión del Museo del Banco Central, uno de los mayores retos culturales y sociales de su historia.
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Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:37 |
Escrito por Kathleen M. Klumpp
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Viernes, 07 de Febrero de 2014 18:45 |
Cerca de mil años antes de Cristo, los alfareros de la costa ecuatoriana comenzaron a fabricar cerámica con técnica y excelencia artística sin paralelo en el registro precolombino de esta región. Algunas de estas cerámicas finas, destinadas al uso ceremonial, fueron decoradas utilizando una pintura casi transparente, cuyo color tenía un reflejo metálico de plateado a rojizo. Se trata de la llamada “pintura iridiscente”, que se presenta, a menudo, en cuencos, platos y en botellas silbatos. Los diseños de esta pintura se componen de bandas y puntos, que generalmente tienen la anchura de la yema del dedo (más probablemente el índice), lo que sugiere que fueron pintados con el dedo. Aunque esta pintura iridiscente es la característica más sobresaliente de la cerámica de la cultura Chorrera, no se limita solamente a ella, ya que también está presente en las primeras etapas de la cerámica de culturas posteriores, tales como la Bahía en la provincia de Manabí, y la Guangala en la provincia de Santa Elena. Con el transcurso del tiempo, los diseños iridiscentes se volvieron más complejos. En su apogeo, vemos bandas paralelas curvilíneas, arcos también paralelos, y círculos concéntricos. Hay inclusive un caso de un diseño iridiscente que cubre un área mayor que la anchura del dedo que, evidentemente, sugiere que, para lograrlo, el área de diseño fue rellenada con varias bandas superpuestas.
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Última actualización el Sábado, 08 de Febrero de 2014 01:35 |
Escrito por Andrés Daniel García Herrera
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Jueves, 06 de Febrero de 2014 17:23 |
El error consistió en creer que la naturaleza es nuestra, siendo que nosotros somos parte de la naturaleza… (Don Aurelio, curandero totonaco)
Este relato comienza en la Sierra Norte de Puebla, en la región conocida como Totonacapan, denominada así por ser el etno-territorio ancestral totonaco, y deriva del trabajo etnográfico que realicé allí, como parte de un proyecto universitario sobre saberes médicos indígenas. En esta región coexisten dos etnias, totonacos y nahuas, sociolingüísticamente diferenciadas, pero con una enorme tradición cultural de raigambre prehispánica, que avala su coexistencia en este espacio, desde antes de la conquista hispánica. La Profesora del Proyecto “Pensamiento Simbólico y Medicina Tradicional” nos envió a mi y a una compañera, al municipio de Huehuetla, ubicado en el estado de Puebla, México, con el objetivo de realizar una serie de entrevistas sobre la iniciación, práctica y saberes de los médicos tradicionales indígenas conocidos como “curanderos” o “kuchaná”, como se autodenominan en lengua totonaca.
Esta experiencia tiene lugar en medio de una caminata, bajo una ligera llovizna, en la vereda de la carretera que da frente al Modulo de Medicina Tradicional. Para guarecernos, el refugio fue una tienda de víveres, en cuyo interior había un grupo de jornaleros agrícolas nativos de la región con los que departimos entre risas y anécdotas. Posteriormente, nos sentamos a esperar el bus de regreso al hotel del pueblo donde estábamos pernoctando, en el municipio de Huehuetla, Puebla, que funge como cabecera municipal. Justo en ese momento, un señor de edad, cuyo nombre no recuerdo, se acercó a conversar conmigo, con un marcado lenguaje entre totonaco y español, que no impidó la comunicación. En mi búsqueda de personas con conocimiento de medicina tradicional, le pregunté si conocía a alguna persona experta en la materia. -“ Si, mi compadre cura y cura muy bien, vénganse no más, yo los llevo adonde él está y de paso los invito a comer un guajolote”. Debo señalar, en este contexto, que ninguna persona de la tienda lo saludó ni conversó con el, lo que me pareció muy extraño, más aún si se considera que a mi compañera de trabajo le habían dicho en voz baja que no nos fuéramos con el. En ese momento, desconocía las razones, pero ahora las puedo vislumbrar. En todo caso, a pesar de las advertencias, nos dispusimos a ir rumbo a casa del señor para comer el guajolote y visitar a su compadre para conversar con el sobre el don que poseía para curar muchas enfermedades.
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Última actualización el Jueves, 06 de Febrero de 2014 18:36 |
Escrito por Robert Fisk
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Jueves, 06 de Febrero de 2014 17:23 |
Los invalorables tesoros de la historia siria -castillos de cruzados, mezquitas e iglesias antiguas, mosaicos romanos, las renombradas “ciudades muertas” del norte y los museos llenos de antigüedades- han sido presa de los saqueadores y de la destrucción, por parte de los rebeldes armados y las milicias del gobierno, a medida que la lucha envuelve al país. Aunque los monumentos y museos de las dos grandes ciudades de Damasco y Alepo han permanecido hasta ahora grandemente intocados, informes de toda Siria hablan del daño irreparable que han sufrido los sitios patrimoniales, como nunca en el Medio Oriente. Hasta el magnífico castillo del Krak des Chevaliers –descrito por Lawrence de Arabia como “tal vez el castillo mejor preservado y totalmente admirado del mundo”, el mismo que no pudo ser tomado por Saladino- ha sido bombardeado por el ejército sirio, dañando el interior de la Capilla del Cruzado.
La destrucción del patrimonio iraquí en el anárquico epílogo de la invasión anglo-estadounidense de 2003 –el saqueo del Museo Nacional, la quema de la Biblioteca Coránica y la desaparición de las antiguas ciudades sumerias- puede repetirse ahora en Siria. Informes de arqueólogos sirios y de especialistas occidentales en ciudades romanas y de la edad del Bronce mencionan un templo asirio destruido en Tell Sheikh Hamad, la destrucción masiva del muro y las torres de la ciudadela del castillo al-Madiq –una de las fortalezas más avanzadas de los cruzados en el Levante, que originalmente cayó ante Bohemundo de Antioquia en 1106- y el saqueo de los magníficos mosaicos romanos de Apamea, donde los ladrones usaron bulldozers para remover los pisos romanos y llevárselos del sitio. Increiblemente, se las arreglaron para llevarse dos capiteles gigantes de la punta de la columna del “decumanus”, el principal camino romano este-oeste de la ciudad.
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Última actualización el Jueves, 06 de Febrero de 2014 18:30 |
Escrito por Ernesto Salazar
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Jueves, 06 de Febrero de 2014 18:12 |
Del complejo de fortalezas del norte del Ecuador, la más meridional y cercana a Quito es el pucará de Guangüiltagua, del que parece no haber quedado nada. Jacinto Jijón y Caamaño y Larrea lo mencionan (1918:87), pero, fuera de una discusión histórica, a base de crónicas, sobre la campaña inca contra el norte del Ecuador, no lo describen ni lo estudian, contentándose con presentar un plano del mismo, como único documento de su existencia. Este plano fechado en 1907 es de autoría de Jacinto Pankeri, coadjutor salesiano en el Ecuador, instructor privado de primaria de Jijón y Caamaño, y luego asistente eventual y dibujante en sus investigaciones arqueológicas. Con el pasar de los años, y el extenso proceso de urbanización de Quito, es bastante probable que el mencionado monumento haya desaparecido.
Guangüiltagua es el elevado borde oriental montuoso de la antegrada de Quito, que desciende abruptamente al valle de los Chillos. En su cima se halla hoy ubicado el Parque Metropolitano de Quito, donde el visitante puede observar hacia el este el impresionante paisaje de los Chillos. Es probable que el pucará haya estado ubicado en la ladera que baja a Guápulo, del que está separado por la Quebrada del Batán. Esta quebrada habría constituido uno de los drenajes de la antigua laguna de Añaquito, ya que parece venir desde el actual Parque de la Carolina, por la Plaza Argentina, para entrar luego a Los Chillos por el conocido sitio del Partidero (a Tumbaco). A poca distancia de este lugar la quebrada forma una “pagcha”, cascada de unos cincuenta metros, que todavía existe, para luego unirse al río Machángara. En el plano de Pankeri, el pucará de Guangüiltagua tiene unos siete contrafuertes construidos a intervalos, hasta la parte media de la ladera. No se consigna escala alguna, de manera que no se puede apreciar las dimensiones de la fortaleza; y la quebrada del Batán parece estar mal ubicada porque, en el terreno, no flanquea al cerro. Consigno estos detalles para una mejor comprensión del documento que adjunto, de autoría del Pbro. Juan de Dios Navas, historiador y arqueólogo aficionado que, al parecer, re-descubrió el pucará en época no determinada, aunque anterior a 1926. Es un poco difícil evaluar el hallazgo de Navas en relación con el descubrimiento original de Jijón y Camaño. En corto, lo que dice Navas es que hay dos conjuntos de construcciones separadas por la quebrada del Batán, al parecer a la altura de la pagcha. Señala además que envía a Jijón y Caamaño un plano de la fortaleza, que estimo no es el mismo que levantara Pankeri. Es curioso que Jijón y Camaño no le mencione en sus trabajos, ya que Navas fue miembro de número de la Academia Nacional de Historia, y uno de los más destacados prehistoriadores del poblamiento del Ecuador, a comienzos del siglo XX (junto a González Suárez, Julio Matovelle, y José Ma. Coba Robalino).
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Última actualización el Jueves, 06 de Febrero de 2014 18:40 |
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