Un archéologue en Équateur : John V. Murra Imprimer
Écrit par John V. Murra   
Mardi, 12 Juin 2007 11:59

John Murra (1916-2007), le grand ethnohistorien de la culture andine, est décédé. Bien que son immense bagage scientifique se soit construit sur le talent avec lequel il sut exploiter le savoir contenu dans les documents historiques, l'on sait qu'il flirta avec l'archéologie dans sa jeunesse, sans pour autant se laisser conquérir par la Belle. De fait, sa principale contribution à celle-ci, et uniquement pour des raisons d'ordre économique, consiste en des travaux de "traitement de matériaux", noble euphémisme que nous appliquons aujourd'hui à l'opération primaire de laver et enregistrer les objets récupérés lors des fouilles archéologiques, tâche généralement menée à bien par nos étudiants les plus dévoués. Sa participation aux fouilles de Cerro Narrío et à la reconnsaissance archéologique des Andes méridionales de l'Équateur est néanmoins à noter, (Murra aux côtés de Donald Collier, 1943, "Survey and excavations in Southern Ecuador", Field Museum of Natural History, Chicago), surtout qu'elle lui fut probablement de grande utilité pour sa maîtrise en anthropologie. Sans oublier la production de deux articles classiques de l'anthropologie équatorienne: "The historic tribes of Ecuador" et "The Cayapa and the Colorado", pour le Handbook of South American Indians (1946 et 1948 respectivement). Le texte ci-dessus montre de façon anecdotique les allées et venues de Murra sur les terres équatoriennes, lors de son dernier contact personnel avec l'archéologie (Note de l'Éditeur).

“[Ecuador] era mi primer contacto con los Andes. Yo fui para ganarme el pan; no fui para hacer grandes proyectos intelectuales. Collier quería averiguar si había presencia Chavín en el norte andino. El ya había sido becado por el Instituto de Investigaciones Andinas, formado en 1935 por Tello y Kroeber. Yo lo fui desde 1941, pero sin calidad de miembro.

Voy a Quito. Empiezo a pedir permiso, a buscar aliados. Jacinto Jijon y Caamaño muestra cierto interés. El era el único arqueólogo ecuatoriano casi profesional; fue un eterno candidato a la presidencia, que nunca alcanzó. Tenía una excelente biblioteca, creo que bajo llave hasta hoy. Había patrocinado durante años las labores de Uhle; conocía los trabajos de Rivet, de Tello, de Valcarcel. Había excavado donde ahora está el aeropuerto de Lima y conocía muy bien las crónicas. Me trató a distancia, pero sin hostilidad. Cuando en 1942 instalé un laboratorio para lavar y estudiar las colecciones de ceramica, venía a visitarnos.

Estoy de seis a ocho meses allí, porque el arqueólogo que me contrata hace sólo trabajo de campo. Tengo que asumir todas las negociaciones con el gobierno ecuatoriano, con don Jacinto Jijón y Caamaño. Tengo a mi cargo cinco señoritas que estaban allí lavando cerámica ¡Es que nadie había visto nunca tal cosa! Yo había aprendido en el verano anterior, así es que yo sabía y contrataba señoritas. En las paredes y en el centro había una exposición de tiestos interesantes y venían estos señores, el embajador chileno y el norteamericano a ver todo esto. Las señoritas lavando ocho horas al día.

Hablé con [Jijón y Caamaño] una vez, antes de la excavación. No me atendió. Pero una vez que regresé con todos estos ceramios y le dije donde habíamos estado y que yo había ido a mula desde Loja hasta Cuenca, cuatro días y cuatro noches; una vez que supo que éramos serios, nos tuvo confianza. Por ejemplo, una vez me invitó a su casa; era un palacio. Y abajo del palacio había dos museos; uno arqueólogico católico religioso y una biblioteca, pero también museo de crónicas, primeras ediciones, cosas de este tipo. Y en la parte donde estaba el oro y las imágenes me dejaba solito; pero en la biblioteca estaba siempre acompañado de dos tíos en librea verde con oro. Una vez me invitó a un almuerzo al que también venían unos príncipes Habsburgo. Dignamente.

Y al final él, como consejero arqueológico del Ministro de Relaciones, firmó un papel que permitía sacar todo lo que habíamos recogido. No había ceramios enteros; eran fragmentos. Le daba absolutamente igual; no se opuso. Podía haberse puesto esquivo, protector del patrimonio nacional... Después lo vi una sola vez más, en el Congreso de Americanistas de 1949. Y conversamos largo. Ya habían salido los artículos del Handbook. Tenía biblioteca; cuando en Ecuador era rico, el había comprado bibliotecas enteras en Alemania. Todo esto está en Quito [En el Museo Jijón y Caamaño de la PUCE, y en el Fondo de su nombre del Banco Central del Ecuador].
EI proyecto de Collier, que mencioné arriba, no se pudo cumplir, ya que el ejército peruano invadió Ecuador y la zona que interesaba a Collier estaba bajo ocupación militar. Cambiamos de meta: verificar la hipótesis de Uhle de que había una fuerte "marea" maya en el Ecuador. Fuimos a los lugares que Uhle había visitado y excavamos allí mismo. No hay tal "marea" maya, tema que discutí en mi tesis de maestría.

Estando en Cañar nos alcanzó Pearl Harbour. Collier y yo nos presentamos como voluntarios. El embajador de Estados Unidos nos agradeció, pero nos animó a continuar en Ecuador. En el verano de 1942, terminé el informe de Cañar, que fue mi tesis de Magister. Es que para hacer una tesis de maestría hay que dar los pasos. Entonce yo regreso del Ecuador. Y mi jefe, que se había inventado todo esto, era Conservador en el Museo Field de Chicago. Entonces él usa parte de la plata
que quedaba todavía del proyecto para permitirme a mí, no ya lavar tiestos, sino clasificar en detalle todo lo que había traído. El no lo iba a hacer, era Conservador del Museo. Yo hice todo este trabajo de peón. Y haciendo este trabajo se me ocurre una tesis de maestría”.

Tomado de:

Victoria Castro, Carlos Aldunate y Jorge Hidalgo, eds., 2000, Nispa Ninchis. Conversaciones con John Murra, Instituto de Estudios Peruanos, Institute of Andean Research, Lima. Nueva York, 2000, pp. 49-51, 105.
Mise à jour le Jeudi, 27 Août 2009 07:45