Algunas Observaciones a las Fortalezas Incas del Oeste montañoso del Ecuador* Imprimir
Escrito por David O. Brown, Byron Camino, Mark D. Willis   
Jueves, 18 de Noviembre de 2010 08:58

Las observaciones realizadas en una serie de construcciones de tierra ubicadas a lo largo del borde de la cordillera de los Andes, en especial sobre el extremo oeste de la provincia de Cotopaxi, en el Ecuador, han revelado nuevos datos sobre la ocupación Inca en sus extremos meridionales. Estos sitios, que forman parte de una red de fortalezas que marcan los límites occidentales del territorio Inca en esta zona, son similares en muchos aspectos a los complejos Incas ya estudiados y documentados del área de Pambamarca, localizados al noreste de Quito. Las fortalezas de Cotopaxi, estudiadas aquí, han aportado información sobre las tácticas militares Incas y nos conducen a sugerir que los Caranquis del norte del Ecuador no fueron el único grupo vecino por el que los Incas debieron preocuparse.

El imperio Inca fue uno de los más grandes y agresivos estados conquistadores en América. Con un gran ejército ambulante liderado por un cuerpo de oficiales veteranos, conquistaron grandes extensiones de la región central de los Andes. En el Ecuador las huellas de sus esfuerzos militares se encuentran diseminadas a lo largo del país en la forma de pucarakuna o fortalezas. Mientras que en la parte norte de los Andes los emplazamientos civiles y administrativos fueron usualmente establecidos prestando poca atención a su defensa; sus fortalezas, ubicadas en las cimas, estuvieron bien protegidas y rodeadas por anillos concéntricos de sólidas paredes y zanjas.

Mapa general del área de investigación

El estudio de estos pucarás puede proporcionar abundante información, no sólo acerca de las tácticas militares y sus objetivos, sino también de la cronología de los límites en la secuencia de las conquistas Incas, así como también de la naturaleza de las relaciones políticas en sus fronteras externas, sin dejar de mencionar la identificación exacta donde los Incas pudieron haber ubicado esos límites.

Este corto artículo, presentado originalmente como una ponencia en la reunión anual de la Sociedad Americana de Arqueología1, reporta el reconocimiento continuo de fortalezas Incas, que sospechábamos estarían ubicadas a lo largo del borde occidental de la cordillera de los Andes, en la provincia de Cotopaxi. En el verano del 2007, los autores visitaron y levantaron un mapa referencial con lecturas de GPS, de cinco sitios de fortalezas y probaron un sistema de mapeo aéreo de corta distancia a través del uso de cometas, que demostró ser prometedor. Dos de las cinco fortalezas registradas se encuentran al sur de Angamarca, cerca del límite con la provincia de Bolívar: Churopucará Grande o Payapucará, la más grande y por varias razones la más interesante de todo el grupo, y Churopucará Chico, un emplazamiento que se encuentra más hacia el oeste, sobre la misma cadena de Churopucará Grande. Hacia el norte, el proyecto llevó a cabo el mapeó de varias fortalezas localizadas al oeste y al suroeste de Sigchos, sobre el Cerro Amanta, Pujinpamba y Cerro Gualaya y visitó varios fuertes reportados en las cercanías.

En los sitios examinados, la presencia de fragmentos cerámicos sobre la superficie fue escasa; aquellos fragmentos que se pudieron observar eran principalmente de carácter utilitario y ofrecían pocas pistas acerca de su filiación cultural. Sin embargo, la conjunción de los rasgos visibles sugiere fuertemente que se trata de emplazamientos Incas. Previamente, los dos sitios registrados en Angamarca ya habían sido identificados por Chacón (1986), junto con otros que él estudió y a los que caracterizó como sitios defensivos del Reino de Quito, en lugar de interpretarlos como fronteras Incas. Si bien todavía existen algunos partidarios de los escritos de finales del siglo dieciocho, de Juan de Velasco (1977), en los que se menciona al legendario Reino de Quito, que supuestamente habría dominado la sierra central antes del arribo de los Incas, hay poca o ninguna evidencia física y tampoco hay testimonios de las crónicas tempranas que puedan sostener la existencia de esta configuración política pre-Inca. Algunos arqueólogos que trabajan en el Ecuador, consideran que esto es un mito2. Navas del Pozo (1990) sugiere que las fortalezas pueden haber protegido de la incursión Inca, pero en nuestra opinión su ubicación en el extremo oeste de la cordillera, aparentemente enfrentando a un potencial enemigo que se aproxima desde el oeste (más que del sur o del este), dirección desde la cual la amenaza Inca habría podido venir, hace que esta interpretación sea problemática.

Fortalezas del Cotopaxi y Pambamarca  Características de la tierra (barro) en el Fuerte de Angamarca

Quito, que supuestamente habría dominado la sierra central antes del arribo de los Incas, hay poca o ninguna evidencia física y tampoco hay testimonios de las crónicas tempranas que puedan sostener la existencia de esta configuración política pre-Inca. Algunos arqueólogos que trabajan en el Ecuador, consideran que esto es un mito2. Navas del Pozo (1990) sugiere que las fortalezas pueden haber protegido de la incursión Inca, pero en nuestra opinión su ubicación en el extremo oeste de la cordillera, aparentemente enfrentando a un potencial enemigo que se aproxima desde el oeste (más que del sur o del este), dirección desde la cual la amenaza Inca habría podido venir, hace que esta interpretación sea problemática.

En general, las fortalezas del oeste del Cotopaxi son similares a las fortalezas de Pambamarca localizadas al noreste de Quito3. Al igual que en Pambamarca, las fortalezas del oeste están localizadas sobre las cimas rodeadas de anillos concéntricos de paredes y zanjas defensivas, y usualmente tienen un remate consistente en una pequeña plataforma artificial en su parte más elevada. Y como sus más conocidas primas de Pambamarca, estas fortalezas al oeste están también organizadas en complejos lineales o entramados, cada una dentro de un rango de visión hacia otras varias instalaciones.

Los ejemplos más extensos, Quilotoa al noreste de El Quinche y Churopucará Grande al sur de Angamarca en Cotopaxi, podrían haber sido puestos de comando, así como también cuarteles para las tropas de reserva, listas para salir en defensa de las líneas de avanzada en peligro, o tal vez, el último bastión para cuando hubiere caído la línea de avanzada. Pequeños puestos como Jantsi Rumi sobre Chumillos Alto en el macizo de Pambamarca4 y Amanta, ubicados a lo largo del lindero principal de los fuertes al sureste de Sigchos, podrían haber sido apenas unos puestos de observación bien defendidos.

Los fuertes occidentales efectivamente muestran algunas diferencias, en particular se observó los agrietamientos en la mampostería Inca. Mientras que la gente ecuatoriana, habitante de la región de la cordillera central y norte de los Andes, durante la era pre-incásica, muy esporádicamente, o casi nunca, usaron piedras trabajadas y uniformes en hileras, en la construcción de paredes5, los arquitectos Incas utilizaban con frecuencia piedras volcánicas en dos estilos: el “pirca”, la cual es una mampostería ordinaria hallada en la gran mayoría de las construcciones incas; y, el estilo “Cuzqueño”, el cual es una mampostería de mayor elaboración, con bloques finamente empatados que se encontraron en los emplazamientos de estatus más altos, como el de San Agustín de Callo o el Palacio Inca en Caranqui al sur de Ibarra.

Trincheras de tierra-barro en Pujinpampa

En la región occidental del Cotopaxi, sin embargo, los más prominentes rasgos defensivos fueron las zanjas, a menudo asociados con paredes de tierra. Las zanjas o trincheras todavía son visibles, siendo a veces su profundidad hasta de más de tres metros, mientras que las que fueron alguna vez enormes paredes de tierra son ahora poco más que pequeños montículos. Hay en efecto algunas variaciones entre los segmentos de las zanjas y las paredes, dependiendo de la pendiente, pero muchas de las fortalezas, incluyendo Churopucará Grande, Pujinpamba y Gualaya, tienen poca evidencia del uso de la piedra en sus construcciones. En Churopucará Chico, uno de las más imponentes fortalezas, algunos trabajos en piedra fueron visibles en las paredes de las terrazas y de las construcciones en la cumbre. La mayor parte de los otros sitios evidenciaron ocasionalmente grupos de piedra, sugiriendo, al menos, un uso limitado de piedras alineadas sobre las terrazas y en la construcción de los edificios. Estos exiguos restos de piedras visibles pueden reflejar los hallazgos en la Fortaleza Inca de Palmitopamba, en las laderas occidentales de los Andes, en la provincia de Pichincha, donde, a pesar de que solamente una pequeña cantidad de bloques de piedra son visibles en la superficie, las excavaciones de Lippi y Gudiño (2004), revelaron terrazas de murallas de piedra y cimientos de piedra enterrados.

Gualaya vista desde la colina

Todavía, a primera vista, muchas de las fortalezas occidentales parecen ser extensas construcciones de tierra. Hay poca piedra nativa cerca de la superficie en la colina de Churopucará Grande y tal vez un poco menos en Pujinpampa, donde las construcciones de piedra visible son también limitadas. Afloramientos de piedras fueron observados en las inmediaciones de muchos otros sitios, sin embargo, y dado que la distancia fue pocas veces un obstáculo para el transporte de piedras efectuado por los Incas, uno tiene la impresión de que estos fueron trabajos de tierra realizados intencionalmente. Chacón (1986) sugiere que algunas de las fortalezas de Angamarca nunca fueron terminadas, una hipótesis que está a la espera de más estudio; pero, en el Ecuador donde los Incas arribaron tardíamente, es posible que estas fortalezas fueran levantadas para enfrentar a una inminente amenaza. Posiblemente estas fortalezas fueron incluso construidas para frustrar la esperada invasión española al tiempo que el imperio comenzó a colapsar. Esta prisa puede explicar la hegemonía de las construcciones de tierra en los fuertes.

Las redes defensivas de los fuertes del Cotopaxi parecen marcar los límites occidentales de la expansión Inca en esta área y presumiblemente protegía de las incursiones de intrusos no deseados desde las laderas occidentales. Plaza Shuller (1976) primero propuso una agrupación de los fuertes Ecuatorianos-Inca basado en las características arquitectónicas y Brown (2002) revisó posteriormente estas agrupaciones, basado en la naturaleza de las estructuras defensivas y el tamaño de las instalaciones, así como en la densidad e integración de las redes de los fuertes asociados. En pocas palabras, a mayor inversión para la defensa y agrupamiento más denso, mayor es la consideración de la necesidad Inca en su protección. Los fuertes de Pambamarca reflejan las bien documentadas luchas Incas con los Cayambi y Caranqui. La homogénea diseminación de los fuertes occidentales del Cotopaxi parece reflejar un similar grado de preocupación, a pesar de que hasta la fecha no tenemos evidencia histórica o arqueológica de conflictos contemporáneos en esta área.

Cimientos de las construcciones

Los mapas del proyecto del 2007 identificaron construcciones con cimientos rectangulares en varios de los fuertes occidentales. La mayoría fueron organizados en agrupaciones regulares que sugieren el poder de control del estado Inca, antes que chozas aisladas de ocupantes más recientes, que son ocasionalmente aliadas en estas cadenas de colinas, generalmente altas y dispersas, que son, por otro lado, sitios no deseados para asentamientos modernos. De hecho no hay evidencia importante de asentamientos prehistóricos previos, en cualquiera de estas cimas con fortificaciones. Los cimientos de las construcciones, algunos situados en cortes en las laderas y otros marcados por paredes bajas de rocas y tierra, son usualmente de alrededor de 3 a 4 metros de ancho y alrededor de 5 a 14 metros de largo. La limitada evidencia arqueológica sugiere que las estructuras pre-Inca en las montañas del centro y norte del Ecuador son mayoritariamente circulares u ovales, antes que cuadriculares o rectangulares6.

Cerro Amanta

Mientras que la evidencia de edificaciones no estuvo presente en todas las fortificaciones del Cotopaxi occidental, en Churopucará Grande, Churopucará Chico y en Cerro Amanta todas presentaron rasgos de múltiples cimientos. Por lo menos cinco cimientos de edificaciones rectangulares fueron visibles en el lado este del Cerro Amanta. La yerba alta impedía nuestro examen de las posibles estructuras en Churopucará Chico, pero parece ser que una media docena de edificaciones estuvieron presentes a lo largo de las terrazas norte y occidental. Un número aproximado de unos treinta cimientos fueron observados en la más grande, Churopucará Grande. Mientras otros cimientos de construcciones, con bastante seguridad, esperan ser descubiertos en todos estos fuertes, la evidencia de este último sitio sugiere que las estructuras permanentes cubren menos de la mitad del espacio abierto comparable, pero con una baja densidad de edificaciones de similar tamaño en Quitoloma.

En los fuertes más pequeños, las pocas construcciones pudieron haber protegido bien a la mayor parte de las guarniciones regulares de edificaciones tipo barracas y también pudieron servir para el almacenaje y otras funciones diferentes a las de vivienda. Posiblemente un grupo de aproximadamente cien soldados pudieron haber sido albergados en las pocas viviendas del Cerro Amanta, adecuada guarnición para este pequeño fuerte. El más extenso recinto de Churopucará Grande pudo haber albergado a muchos más soldados, pero no suficientes para defender sus murallas perimetrales de 1.500 metros. Así como en Quitoloma, es posible que algunas de las hipotéticas tropas de reserva pudieran haberse hospedado en refugios provisionales en áreas abiertas.

Una de las características que distingue a las fortalezas incas del Ecuador es una plataforma rectangular de alineación de piedras hallada en la elevación más alta de muchos de estos sitios. Esto usualmente se encuentra presente por lo menos en un eje central y, en términos militares, sugieren un puesto central de comando y algo que se aproxima al último reducto en caso de ataque7. Mientras que esto es sin duda cierto, algunos arqueólogos han indicado que estas características se asemejan a las típicas plataformas Usnu de los Incas, halladas en los centros administrativos y sugieren que éstas servían para funciones rituales, así como militares. Las investigaciones del 2007 arrojaron nuevas evidencias para confirmar esta teoría.

De alguna importancia para el entendimiento del tema de la adopción del tipo Usnu fue la configuración de Churopucará Grande, el cual tiene dos altas elevaciones de aproximadamente 3.820 metros sobre el nivel del mar al interior de su perímetro. Ambas son largas masas amorfas que demuestran solo una mínima alteración en los lados de las cimas. Cada una es de aproximadamente 20 a 30 metros de ancho, el lado más angosto en el suroeste es de 70 metros de largo, aproximadamente, y su margen noreste, más ancho, es de aproximadamente 45 metros de largo.

Al final de una elevación baja, aproximadamente a unos 60 metros al noroeste de la cima sureste, se ubicó una plataforma rectangular irregular, de unos 10 por 15 metros, realzada artificialmente y con alguna evidencia de murallas de piedra. Extendiéndose hacia afuera de esta plataforma, habían dos montículos de tierra, lineales y pequeños, que definen una plaza trapezoidal de alrededor de 16 metros de lado y posiblemente de unos 20 metros de ancho, desde donde se abren a un grupo de media docena de cimientos rectangulares que se colocan en un ángulo de la plataforma y la plaza; uno de estos es de casi 14 metros de largo. Aunque no es idéntica, esta configuración se asemeja a la pequeña plaza y a la estructura como tipo kallanka, adyacente a la plataforma de la cima en Campana Pucará en Pambamarca.

Una similar plaza amurallada existe bajo la plataforma de Churopucará Chico. Mientras que todos los fuertes de Sigchos tienen un amplio espacio entre ellos, en los niveles más elevados, y todos tienen plataformas tipo usnu, ninguno muestra evidencias de una plaza amurallada en la superficie.

La pequeña plataforma usnu en Churopucará Grande, a unos 15 metros más bajo del eje central, que configuran las elevaciones y con una vista limitada de las murallas perimetrales, no es ni un centro de comando efectivo ni el refugio mejor defendido del último recurso. Ofrece, eso sí, una vista maravillosa del oeste y pudo haber sido un puesto de observación para avistar el acercamiento de los enemigos desde las laderas costeras. Esta ubicación se asemeja al unsu Inka, localizado en los Paredones de Molleturo, al oeste del Cañar, en el extremo occidental de la amplia plaza, inmediatamente sobre el precipicio en sentido a la planada costera; una excelente ubicación para mirar los atardeceres sobre el Pacífico. Brown (2009) ha registrado recientemente plataformas en dos pequeñas fortalezas de Pambamarca, Jantsi Rumi y El Sombrero de Chumillos, las cuales habrían facilitado la observación de los atardeceres del solsticio a lo largo de la plataforma de tipo usnu.

Unsu de Churo Grande  Plaza en Churo Chico

Para resumir, estos fuertes en Cotopaxi parecen haber sido instalaciones Incas, construidas para proteger el límite occidental del imperio, en las regiones de Angamarca y Sigchos, límites que pudieron haber sido parecido a un dibujo ceñido a los modernos límites políticos. El descubrimiento de una plataforma usnu de extraña ubicación en Churopucará Grande, refuerza la noción de que parte de esta fortaleza pudo haber sido empleada en otras actividades. A partir de los hallazgos de las extensas excavaciones en Rumicucho (cerca de Quito), donde se rescató implementos de tejidos y recipientes de cerveza de chicha8, entre otros restos domésticos, es claro que al no ser estos emplazamientos asentamientos civiles fortificados, fueron instalaciones multifuncionales, como lo son actualmente las bases militares con sus iglesias, PX y áreas recreacionales. Advertimos, sin embargo, que algunos de estos restos podrían resultar del cambio funcional después que los objetivos primarios militares fueron alcanzados.

Sin embargo, el complejo usnu/plaza/kallanka en miniatura parece ser parte del diseño original de los Fuertes Incas y puede ser reconocido en otros. Esta pequeña réplica del espacio central del Cuzco es como un intento de replicar las fortalezas lejos de su lugar de origen, en un entorno constructivo familiar. Al mismo tiempo, la adopción de construcciones de tierra en vez de construcciones con piedra puede indicar el deseo de los Incas de adoptar el estilo de las construcciones locales existentes a lo largo de la frontera norte; algo que se ha visto en otras instalaciones Incas en el norte del Ecuador, en donde los muros de contención de tierra son una parte crítica de las obvias Fortalezas Incas. El uso Inca de los bloques de cangahua, una fina ceniza volcánica endurecida que subyace largas áreas de las montañas del norte, en lugar de las piedras duras en algunos sitios en el área de Pambamarca, también refleja la adopción de estilos y materiales locales.

Churopucará Grande

La entramada red sugiere comunicación estrecha entre las unidades, posiblemente a través de señales de fuego o espejos. Muchos de los fuertes tienen vista hacia otros dos o tres y donde ésta vista estuvo obstruida, pequeñas plataformas intermedias habrían albergado personal de señalización. Las ocasionales fortalezas grandes sugieren que algunas tropas pudieron estar en reserva para reforzar las líneas de defensa, cualquiera que hubiera sido el tamaño de los contingentes en los exteriores de los fuertes. Aunque en el Cotopaxi la red de fortificaciones puede ser registrada con facilidad a lo largo de todo el borde de la cordillera occidental, existen evidencias de algunos Fuertes Incas en la región entre las áreas mapeadas. Las fortalezas estudiadas se agrupan alrededor de dos grandes rutas en la sierra: el valle de Angamarca en el sur y el valle del Toachi en el norte, dos áreas que los Incas tenían deseos de proteger.

El grado de defensa, el agrupamiento y la estructuración jerárquica de las fortalezas sugieren que el Inca se preocupaba de una seria amenaza externa en esta región, como el mayor emplazamiento pre-Inca Angamarca la Vieja, al noroeste de la moderna Angamarca, o que ellos tenían algo inusualmente valioso que proteger detrás de sus líneas. Un anciano que vive cerca de Sigchos relata que los Incas estuvieron allí para minar oro y que los Fuertes fueron construidos para proteger este precioso recurso. El oro puedo haber estado presente en esta área, pero los Incas tenían muchos deseos de proteger el Cañari mitmakuna, que fueron los colonos que los Incas reestablecieron allí, así como las fortalezas de Rumicucho, que supuestamente protegieron los reasentamientos de los mitmaq en Pomasqui.

Ya sea que ellos protegieran el oro, los mitmaq o simplemente los límites trazados, o sea que las fortalezas hayan sido protecciones dispuestas en contra de los muy temidos yungas - gente de las laderas de las cordilleras o de los españoles-, los fuertes del oeste del Cotopaxi, como los de Pambamarca, sugieren pre-ocupaciones militares que no estaban presentes a lo largo de toda la frontera. En otras áreas, los Incas se sintieron seguros con más o menos imponentes fortalezas y en pocos lugares, como en el oeste de la región del Cañar, establecieron centros administrativos no fortificados a lo largo del borde de la cordillera. Con esto, podría parecer que los fuertes eran una clave importante para las políticas Incas en las provincias extranjeras, siendo el tamaño y su configuración un indicador clave y potencial del interés de los Incas en sus relaciones con los vecinos en los límites siempre móviles del imperio. Como las conquistas Incas parecen haber sido frecuentemente congruentes con los límites étnicos existentes, sugerimos que estas fronteras Incas pueden inclusive proveer claves para las redes sociales y políticas pre-Incas.

Notas:

* Revisión de la ponencia presentada en el 2008 en la Reunión SAA, Vancouver, BC

  1. David O Brown, Bryon Camino, and Mark D. Willis, All Quiet on the Western Frontier? Inka Fortresses of Western Highland Ecuador, Paper presented at the annual meeting of the Society for American Archaeology, Vancouver, B.C., 2008
  2. Ernesto Salazar, Entre Mitos y Fábulas: El Ecuador aborigen, Quito, Biblioteca General de Cultura. Corporación Editora Nacional, 1995
  3. Véase: Fernando Plaza Schuller, “La incursión inca en el septentrión andino ecuatoriano”, Serie Arqueología 2, Otavalo, Instituto Otavaleño de Antropología, 1976 y “El complejo de fortalezas de Pambamarca”, Boletín Histórico de las Fuerzas Armadas, No. 5/6, Quito, 1978, pp. 81-181. Udo Oberem, “La fortaleza de montaña de Quitoloma en la sierra septentrional del Ecuador”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, No. 114, Quito, 1969, pp. 196-205 y “Complejos de fortalezas en el área andina”, Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, No. 6, Guayaquil, Museos del Banco Central del Ecuador, 1986, pp. 103-116. Antonio Fresco, Proyecto Arqueológico “El Quito de los Incas”. Primera Parte: Propuesta teórico-metodológica, Quito, Banco Central del Ecuador, s.f.; Proyecto Arqueológico “El Quito de los Incas”. Segunda Parte: Primer Informe de la Primera Temporada de Prospección General, Quito, Banco Central del Ecuador, Junio – Agosto 1984; Antonio Fresco, Manuel Coloma, y Gustavo Espíndola, Proyecto Arqueológico “El Quito de los Incas”. Tercera Parte: Informe Final de la etapa de Prospección General, Quito, Banco Central del Ecuador, Junio 1984 – Septiembre 1985; Proyecto Arqueológico “El Quito de los Incas”. Octava Parte: Informe excavaciones Pucará Quitoloma, Quito, Banco Central del Ecuador, 1990. John Hyslop, Inka Settlement Planning, University of Texas Press, Austin, 1990. Samuel V. Connell, Chad Gifford, Ana Lucía González & Maureen Carpenter, Hard Times in Ecuador: Inka Troubles at Pambamarca. Antiquity 77 (295), 2003
  4. David O Brown, The Jantsi Rumi Site: Small fortresses and Inka military strategies. Paper presented in a symposium on Inka adaptations in northern Ecuador at the annual meeting of the Society for American Archaeology, Atlanta, Georgia, 2009
  5. Brown, Rethinking Tulipe: Evaluating the Evidence for a Yumbo Ritual Bath Site in Western Ecuador. Paper presented at the Institute of Andean Studies Annual Meeting, Berkeley, California, 2008. Además, comunicaciones personales con Ronald Lippi en 2007 y J. Sthepen Athens en 2009.
  6. Véase: Ronald D. Lippi, Una Exploración Arqueológica del Pichincha Occidental, Ecuador, Quito, Museo Jacinto Jijón y Caamaño, Pontificia Universidad Católica del Ecuador y H. Consejo Provincial de Pichincha, 1998; y J. Stephen Athens, El Proceso Evolutivo en las Sociedades Complejas y la Ocupación del Periodo Tardío – Cara en los Andes Septentrionales del Ecuador, Otavalo, Instituto Otavaleño de Antropología, 1980
  7. Véase: John Hyslop, Inka Settlement Planning, Austin, University of Texas Press, 1990; y Brown, Visions of Conquest: The Inka Army on the Northern Frontier. Paper presented at the annual meeting of the Society for American Archaeolo¬gy, Chicago, Illinois. 1999
  8. Véase: Eduardo Almeida Reyes, El Pucara de Rumicucho. Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, Serie Monográfica No. 1, Quito, Museo del Banco Central del Ecuador, 1984; y Estudios Arqueológicos en el Pucara de Rumicucho, II Etapa, Quito Banco Central del Ecuador, 1999

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