Las ruinas de Cuélap (1875) Imprimir
Escrito por Miguel Valverde   
Martes, 06 de Marzo de 2007 14:13

NOTA DEL EDITOR: El presidente Gabriel García Moreno solía desterrar al Perú a sus oponentes políticos. Al efecto, un piquete de soldados llevaba al desterrado hasta la frontera, donde era sumariamente abandonado, sin opción de regreso. Poco dramática, se diría, si la despedida se hubiera efectuado en la Huaquillas, Macará o Rumichaca de hoy. Pero el asunto es que tenía lugar en los confines de la difusa frontera amazónica, muy cerca de la confluencia del río Napo con el Amazonas! Allá fueron a parar, en 1875, dos ilustres políticos, Federico Proaño y Miguel Valverde, quienes hicieron en seis meses la travesía de selvas y montañas hasta llegar a Lima. Fruto de este periplo es la breve visita que los mencionados presos hicieron a las ahora famosas ruinas de Cuélap, Chachapoyas. Por tratarse de uno de los primeros reportes de este sitio arqueológico (posterior tal vez sólo al de Juan Nieto de 1843) se consigna aquí el breve texto de Valverde, por su carácter anecdótico:

Cerca de Chachapoyas, sobre el lado izquierdo del Utcubamba, pero a mucha distancia del río, se encuentran en una eminencia las ruinas de la fortaleza de Cuélap, que Proaño y yo no quisimos perder la ocasión de visitar. Según la tradición, la fortaleza fue erigida por una raza de gigantes, en época muy anterior a la incáica, y en verdad que la construcción ciclópea difiere mucho de los edificios levantados par los incas. A ojo de buen cubero, pues carecíamos de tiempo y de instrumentos para un estudio completo y detenido, calculamos que la construcción, de forma irregular y laberíntica, abrazaba un espacio de algo más de un kilómetro cuadrado. Los muros han sido fabricados con piedras enormes, algunas de las cuales miden más de un metro cúbico, y uno de los lienzos mejor conservados tenía casi veintidos metros de altura por uno de sus lados.
En el interior de esta estructura verdaderamente colosal, hay otras construcciones de una época muy posterior, hechas de tierra y ladrillos, y en algunas de éstas encontramos dibujos y jeroglíficos que reprodujimos (*). Cuentan las crónicas lugareñas que, aproximadamente en el período incáico, que fue dilatadísimo, todo un pueblo se encerró dentro de los muros de Cuélap y sostuvo allí un sitio de muchos años. Aunque no encontramos el menor vestigio de fuentes o pozos, la leyenda parece confirmada por el hecho de que la fortaleza es una vasta necrópolis, llena de sepulcros y de restos humanos
.”

Nota:
(*) “Desde el día de nuestra salida de Quito con dirección al Napo, fue convenido y resuelto que mi compañero don Federico Proaño se encargaría de coleccionar nuestros apuntes, etc., y hacer la relación escrita de nuestro viaje desde Quito hasta Lima. Con tal objeto, recogió Proaño en Lima todos los datos que habíamos podido reunir y conservar durante los ciento setenta y seis días de nuestra marcha, incluyendo, entre lo mas notable, muestras y manuscritos relativos a algunas plantas raras (especialmente variedades parásitas de la familia de las orquídeas), mariposas y otros insectos, dibujos de tumbas y jeroglíficos tomados en el interior de la fortaleza de Cuélap, una relación de nuestra visita a la gruta de Ludmurcu y detalles interesantes sobre los monumentos históricos de Cajamarca. Desgraciadamente, mi amigo murió en Quezaltenango, sin haber podido cumplir la tarea que se había impuesto y sin dejar entre sus papeles ningún indicio de los materiales expresados, según informes suministrados por su hija Bolivia, a pedido mío”.


Tomado de Miguel Valverde, 1919, Las anécdotas de mi vida, Tomo 1:153-154. Tipografía Italo-Orientale, Grottaferrata.

Última actualización el Martes, 17 de Abril de 2007 10:03