Huaqueros a una hora de Quito Imprimir
Escrito por Paúl Vallejo Hidalgo   
Martes, 06 de Marzo de 2007 13:39

Es interesante cómo a tan sólo una hora de la ciudad de Quito, podemos encontrar objetos antiguos de gran valor histórico, elaborados por las culturas indígenas que habitaron la zona noroccidental de la provincia de Pichincha, hace algunos cientos de años. 

 

Unos meses antes de ingresar a la universidad, viajé a un pueblo llamado Las Tolas que pertenece al cantón de Tulipe y se encuentra localizado al noroccidente de la ciudad, tomando la vía de Calacali. Mientras departía con un amigo, pude observar que, en un terreno aledaño, un trabajador removía tierra con una pala y luego la escarbaba como si buscara algo. Al acercarme, pude a ver una especie de muñeca hecha de barro, de aproximadamente unos nueve o diez centímetros de largo, que el trabajador se la guardó en el bolsillo junto con otros objetos. Mi amigo me contaría luego que ese trabajador era un "huaquero", que al igual que otras personas de la zona, se ganaba la vida escarbando terrenos en busca de objetos cerámicos, como vasijas, jarros, muñecas, grandes tiestos y varios objetos más.
Ese mismo día, después de unas horas, nos dirigimos al pueblo para comprar víveres. Caminando por las calles, me llamó mucho la atención un vehículo de buena marca, que al parecer era de algún consulado extranjero, ya que tenía placas especiales propias de este tipo de instituciones. El vehículo estaba estacionado frente a una casa pequeña de aspecto humilde. Minutos más tarde, salía de la casa un hombre de rasgos extranjeros, cargando una caja en sus brazos, y tras él el trabajador que había visto a mi llegada.
Cuando me acerqué a la casa, pude constatar que en efecto allí se vendían antigüedades. Había muchas piezas, algunas de gran tamaño y otras en mal estado, de las que pude observar. En ese momento, se me acercó un niño, preguntándome si quería comprar algo de lo que había visto. Me contó, además, que los agricultores de la zona visitan periódicamente dicha casa, aportando objetos precolombinos recogidos en sus terrenos o en lugares sujetos a derrumbes en época de lluvias. El extranjero iba cada mes a la casa a comprar las mejores y más conservadas piezas. De pronto, la dueña de la casa, que al parecer había escuchado la conversación con el niño, que era su nieto, le hizo señas para que se callara y no divulgara el secreto de su negocio.
Luego de esta experiencia, me he preguntado por qué las instituciones encargadas de preservar el patrimonio cultural dejan que extranjeros y coleccionistas se lleven valiosos objetos de nuestro país. Es urgente que se detenga el saqueo de nuestro patrimonio y se sancione a la gente involucrada en tráficos ilícitos.

Última actualización el Martes, 17 de Abril de 2007 10:11