Quilago: ¿Un símbolo quiteño? Imprimir
Escrito por Mauricio Galindo Castro   
Viernes, 12 de Diciembre de 2008 09:39

El fraile dominico español Fernando Montesinos, arzobispo de Potosí y cronista de Indias, nos relata en sus “Memorias Antiguas Historiales del Perú” la historia de la princesa cayambi Quilago, Señora de Cochasqui. Según el clérigo, después de la difícil pero victoriosa campaña inca al sur y centro de la Sierra del Chinchaysuyo, iniciada por Túpac Yupanqui en 1450, le corresponde a su hijo y sucesor Huaina Cápac la parte más dura de la guerra, o sea la conquista de las fértiles tierras norteñas de los Cayambis, donde encuentra una tenaz y organizada resistencia de los poderosos y ricos señoríos de la región. Los guerreros cayambis, en alianza con sus vecinos caranquis y el apoyo de malchinguíes, cochasquíes, además de pastos y quillasingas del Norte, se encontraban preparados para la guerra.

La zona de Cochasquí, de ascendiente cayambi, estaba gobernada por la princesa Quilago, quien se había fortificado en los bancos al norte del río Quispe (Pisque), lista a detener el avance de las tropas incas. Entre escaramuzas, batallas y negociaciones, durante dos años, Quilago y sus aguerridos guerreros, apoyados por el unificado señorío de Cayambi, detienen al invasor.

Finalmente Huaina Cápac sitia a los defensores de Cochasquí que resisten heroicamente. Los soldados incas, alertados por sus espías, descubren el punto débil de la fortaleza principal. Ataca el Sapa Inca quien, luego de dura lucha, rompe una gran roca que defendía uno de los flancos, obligando a los guerreros que la defendían a salir y presentar batalla campal. El mayor número de efectivos, más su superior preparación militar, deciden la batalla a favor de los cuzqueños. Quilago es detenida, tratada de acuerdo a su rango y luego, a cambio de un rescate de oro y joyas, devuelta al palacio de Cochasquí, pero en calidad de prisionera del Imperio.

La leyenda nos relata que ella, a pesar de ser prisionera y del buen trato que le dispensó el Inca, nunca olvidó a sus compatriotas; por ello en confabulación con el Señor de Cayambi, refugiado con el grueso de su ejército después de varias derrotas en la zona Caranqui, urdió una trampa para el Hijo del Sol, Huaina Cápac. En efecto, conocedora de la atracción que el Inca siente por ella, lo invita a una recepción en su palacio, donde lo intenta seducir con un erótico baile, en el transcurso del cuál haría caer en un pozo camuflado al Señor del Tawantinsuyo. Suponía que sin el Inca, como general en jefe del ejército, los sureños no reaccionarían rápido, y ante la confusión generada, las tropas cayambis atacarían exitosamente al desmoralizado ejército quechua.

El servicio de espías inca descubre el plan. Quilago y su corte son arrojados al pozo, muriendo en el acto, y estalla una insurrección generalizada en las zonas Cayambi-Caranquis ocupadas por los extranjeros, que mueren a centenares en los campos de batalla. El Sapa Inca trae refuerzos del Sur y, en maniobra de tenaza, ataca primero a los aliados de los Caranquis por el Norte: Pastos y Quillasingas son derrotados, lo que precipita la batalla final. Desde el norte y el sur, los efectivos incaicos atacan la fortaleza de Caranqui y, en maniobra de distracción, obligan a los guerreros cayambis a salir hacia el lago de Yaguarcocha, donde son ultimados casi en su totalidad.

Hasta aquí el relato legendario. Quilago es un personaje bastante curioso. Su leyenda está presente en unos manuscritos que Montesinos adquiere en 1637 en la ciudad de Lima, punto obligado del itinerario que realiza por el Virreinato del Perú entre 1634 y 1644. Ciento cincuenta años después de acontecidos los hechos, el dominico es uno de los cronistas más cuestionados por la poca veracidad de sus fuentes, y el prurito de hacer hasta lo imposible por ser reconocido por sus grandes dotes como clérigo y escritor.

Es interesante la analogía que podemos establecer entre la historia de la cayambeña Quilago y la bíblica de la heroína Judith quien, utilizando su hermosura, libró del sitio a la fortaleza judía de Betulia. Lamentablemente, mientras la heroina bíblica logró asesinar a Holofernes, general en jefe del ejército asirio, nuestra Quilago terminó cayendo en su propia trampa.

Para la mayoría de los ecuatorianos, y más específicamente quiteños, Quilago es un personaje apenas conocido. En entrevistas al azar, los quiteños atinan solamente a identificarla con una princesa cayambi que peleó defendiendo su país ante el invasor inca, siendo por ello una de las iniciadoras de la nacionalidad ecuatoriana, concepto suficiente en estos tiempos nuestros de nacionalismo exacerbado y búsqueda alienante de símbolos patrios o patrioteros.

Lo curioso es que la historiografía del país no ha logrado confirmar la existencia de Quilago como individuo histórico, lo que no ha obstado para que, desde la década de 1990, intelectuales, artistas y gestores de turismo apoyados por grupos políticos, hayan recogido su relato, pretendiendo en forma bastante artificiosa ubicar al personaje en el Altar de los Héroes de la Patria, junto a Abdón Calderón, Eloy Alfaro, y ótros.

¿Cosas del postmodernismo? Puede ser. Por si haya dudas, el lector puede ya ver, en carne y hueso, a la princesa Quilago, de guía turística del centro histórico de Quito. Por cierto, muchos se preguntan qué función cumple una princesa Cayambi en la actual ciudad de Quito. Dos razones se me ocurren, una, los promotores de turismo han concluido que no hay héroes locales que representen a la nacionalidad quiteña; dos, que los mismos promotores no averiguaron nada previamente, y agarraron el primer nombre que cruzó por sus oidos. En ambos casos, les faltó responsabilidad histórica. ¿Habrá en el Distrito Metropolitano alguna Dirección de Cultura que revise los contenidos de los programas culturales?

Última actualización el Jueves, 27 de Agosto de 2009 12:37