Estudiantes de Arqueología, Perú: Dilemas y perspectivas Print
Written by Luis Rodolfo Monteverde Sotil   
Friday, 12 December 2008 08:05
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El Perú es un país inmensamente rico en patrimonio arqueológico. En casi todo su territorio, desde la costa a la sierra y la selva, se pueden apreciar diferentes vestigios arquitectónicos prehispánicos, y oir de los mismos pobladores locales sobre la continuidad cultural de sus tradiciones, algunas de fuerte raigambre prehispánica. Curiosamente, los gobiernos de turno y las entidades encargadas de gerenciar el pasado arqueológico peruano, en materias de protección o investigación, poco o casi nada han hecho o avanzado. Una de las raíces de esta problemática se puede encontrar en la educación universitaria que forma futuros arqueólogos.

Yo soy estudiante de arqueología, en una de las tres universidades de Lima, que enseñan esta carrera*. Después de cinco años de estudios, saldré al igual que mis otros compañeros de aula, con el título de Bachiller en Arqueología. Luego, la universidad nos brinda dos opciones para alcanzar el título de Licenciado en Arqueología: hacer una tesis o esperar que se agrupen 15 alumnos egresados, o sea bachilleres, para tomar un curso de tres meses (llamado Curso de Actualización), luego del cual el alumno tendrá un año de plazo para presentar una monografía, cuya exposición o sustentación ante un jurado, permite la obtención de la licenciatura, grado que le permitirá colegiarse y obtener un código de registro con los cuales podrá ser algún día director de un proyecto arqueológico. En las otras universidades, se le permite al estudiante dar, ante un jurado, un examen oral de preguntas elegidas al azar de un cuestionario recibido con anterioridad.

Para los que han optado por hacer tesis, la situación es un poco más compleja más no imposible de superarla. Confieso, por experiencia propia, que en el campo de la arqueología existen grandes falencias educativas en las universidades nacionales. Hace poco acudí a una conferencia de jóvenes doctores en arqueología, todos ellos peruanos, no mayores de 40 años, que habían estudiado el pregrado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero que habían seguidos sus estudios de postgrado en Europa, la mayoría gracias a una beca de estudios. Todos ellos, estaban de acuerdo en que en el Perú no existía una línea definida de teoría arqueológica y que ellos habían optado por seguir estudios en el extranjero debido a las dificultades educativas que evidenciaban las escuelas de arqueología nacionales.

Debo reconocer que existen en Lima estudiantes de arqueología, nacionales y extranjeros, con excelentes potenciales de estudio y capacidad para desempeñarse con éxito tanto en el campo como en el laboratorio. Lamentablemente, muchas veces las aspiraciones y esfuerzos se quedan a medio camino y los sueños se ven interrumpidos debido a una mala base educativa y falta de orientación por parte de la plana docente. En Lima, de un total de más de veinte estudiantes de arqueología que terminan sus estudios de pregrado, al año, no son más de dos los que sustentan una tesis en los meses siguientes a la finalización de sus estudios.

Así mismo, en términos generales, en Lima no se sustentan más de 4 tesis al año. Y en los peores casos no se presentan tesis, ni se hace el curso de actualización. Queda pues muy claro que en las aulas no se incentiva la investigación científica, columna vertebral de la arqueología como profesión. En el país, existe una gran cantidad de Bachilleres, ya empleados en proyectos arqueológicos, ya dedicándose a la docencia o realizando actividades ajenas a su carrera; así mismo, existen muy pocos licenciados y el número de doctores en arqueología es realmente reducido.

Hacer una tesis no es muy sencillo. Hay estudiantes que tardan varios años (hay casos de hasta cerca de 10!) y por las razones más diversas: la dificultad a que se enfrenta el estudiante con los métodos de investigación, ya que no está familiarizado con la investigación científica (lo que mal se aprende siempre se nos presenta como complicado); la necesidad de conseguir empleo una vez terminada la carrera, empleo que generalmente no es en el área de arqueología; las dificultades para conseguir fuentes de financiamiento para poder salir al campo e investigar; las carencias de los jóvenes al momento de redactar un texto; etc. No sorprende que muchos jóvenes, en vez de sustentar una tesis, opten por el curso o el examen de preguntas ante el jurado para graduarse como licenciados.

Si se empieza dejando a un lado uno de los tres fines principales de la arqueología que es el investigar (para mi los otros dos son la publicación de las investigaciones y la protección del patrimonio arqueológico), el estudiante se aleja del papel del arqueólogo como científico social y pasa, probablemente, al del simple técnico manual dedicado a realizar, por encargo, registros gráficos, o a tomar fotografías, excavar una unidad bajo indicaciones superiores, sin participar en la interpretación o análisis de lo hallado, o a procesar dibujos en programas de computadoras (CorelDraw, AutoCad), a manejar GPS, estaciones totales, teodolitos, etc.

Futuros colegas, vamos a ser arqueólogos, tenemos que aprender a analizar contextos, a proponer hipótesis y a resolver problemas. Dejemos las demás tareas a los topógrafos, diseñadores gráficos, ingenieros, obreros de campo, etc. que siempre han sido un valioso aporte para la investigación arqueológica. Sería perfecto conocer y aprender algo de estas actividades, pero ellas no son el fin o el todo en la arqueología.

En los últimos años, la arqueología peruana ha tenido un boom económico, debido principalmente a las prospecciones o evaluaciones arqueológicas para empresas mineras, petroleras, o de servicio público, como son las empresas eléctricas. Sin embargo, hay que reconocer que estas “investigaciones” son básicamente trabajos de registro que han alejado a los arqueólogos de la investigación pura. En estos escenarios de contrato se han insertado laboralmente alumnos de universidades, atraídos por las bondades económicas que se ofrecen. No está del todo mal, si se toma en cuenta que muchos poseen familias a quienes mantener, deudas que pagar o estudios que solventar. Lamentablemente, este horizonte laboral ha servido para que el índice de tesis o de investigaciones se vea reducido considerablemente en los últimos años en el país.

Amigos estudiantes de arqueología, la primera tesis, después de acabar con el bachillerato, es la primera investigación de muchas que se van a realizar a lo largo de la carrera profesional como arqueólogos. No hay por qué asustarse o dejarse vencer por la flojera o el interés monetario; lo que nos gusta no nos da flojera ni miedo, simplemente nos apasiona. Si no, recuerden no más a los compañeros que han ido a proyectos arqueológicos alejados, en zonas muy remotas y sin paga. Cuántos han pasado frío, calor, enfermedades, accidentes. Cuántos han laborado más de 10 horas diarias, han cargado latas con tierra, han dormido incómodos, aguantando mosquitos, sin baño cotidiano, sin comida adecuada, etc. Con seguridad no regresarán con sus bolsillos llenos, pero vendrán con “experiencia”, que vale más que un respiro económico efímero. La experiencia es el conocimiento ganado, el disfrute laboral y la pasión por la arqueología. Y si somos esforzados en el campo, también tenemos que serlo en la teoría arqueológica y en la investigación científica social.

* Las universidades que enseñan arqueología en Lima son Nacional Federico Villarreal, Nacional Mayor de San Marcos y Pontificia Universidad Católica del Perú.

Estudiante de Arqueología en la Universidad Nacional Federico Villarreal; e Historia del Arte en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú.

Last Updated on Thursday, 27 August 2009 12:46