Arqueología de una batalla la laguna de Yahuarcocha Print
Written by José Echeverría Almeida   
Tuesday, 12 June 2007 12:42
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Según las últimas investigaciones realizadas por DARWINVEST (2006), Yahuarcocha es un vestigio vivo de los tiempos postglaciares, con una antigüedad mínima de 12.000 años. Esta laguna soportó varios períodos de sequía de más de 50 años, siendo el más prolongado el ocurrido entre 1040/1100 y 1490/1500 d.C. Actualmente, tiene un espejo de agua de 257 hectáreas con un perímetro navegable de 7.970 m., una profundidad máxima de 8 m. y una acumulación anual de sedimentos de aproximadamente 1.5 mm. cada año en los últimos 4.000 años. Hay 2.5 millones de m3 de lodo húmedo. Yahuarcocha está considerada como laguna eutrófica.
La investigación subacuática realizada en quince puntos, equivale a 300 m2, esto es, el 0.01% de la totalidad del fondo lacustre. Se identificaron varios sectores de interés histórico por la presencia de vestigios culturales, tanto de cerámica como de restos óseos. En efecto, se han extraido algunos fragmentos de cerámica de filiación cultural Caranqui Tardío (1250 a 1500 d.C.). Por otro lado, los restos óseos hallados, de personas adolescentes y adultos, muestran impactos contundentes que sugieren luchas cuerpo a cuerpo. Conocido el estado de beligerancia entre los inkas y el ejército de la Confederación Caranki, Cayambe y Pasto, y el lugar específico de Yahuarcocha donde la historia habla de una gran batalla, los hallazgos bien podrían estar relacionados con estos eventos, si bien el número de muertos no ha sido aún cuantificado.

Por cierto, no esta la primera vez que se encuentran osamentas en Yahuarcocha. Informantes locales de avanzada edad han reportado sobre la existencia de osamentas, a orillas de la laguna. Don Jaime Cirilo Vallejo, campesino de más de 70 años de edad, reveló que, durante su Conscripción Vial, participó en 1948 en la apertura del camino desde el antiguo muelle de Yahuarcocha hasta el pueblo del mismo nombre. En estos trabajos, se topó con una “capa arcillosa y esponjosa, muy liviana y de color blanco, de 1 m. de grosor y de 1.50 a 2.00 m. de ancho, en la que había osamenta humana en cantidades considerables, con esqueletos desarticulados y montones de cráneos”… “se volvió a cubrir esta osamenta con tierra”.
Según el cronista Juan de Betanzos, durante la incursión Inka (1475-1532), uno de los encuentros bélicos decisivos para el afianzamiento del poderío Inka fue la hecatombe de Yahuarcocha. Destruidas las fortalezas de Aloburo y Yuracruz, el ejército multiétnico de la Sierra Norte seleccionó como lugar estratégico de batalla las orillas de la laguna, por la ventaja de poder camuflarse entre los totorales y enormes sauces de lugar. De acuerdo al cronista Murúa (1616), Huayna Cápac ordenó que 40.000 guerreros del ejército imperial rodearan la laguna y que 30.000 soldados arremetieran contra los soldados nativos parapetados en las lomas. Entre ruidos de tambores, flautas, y churos (pututos) se enfrentaron los dos ejércitos causando una mortandad exorbitante en los dos bandos, tanto que las aguas se tiñeron de sangre. De ahí viene pues el nombre de Yaguarcocha, para esta laguna, conocida anteriormente como Cochacaranqui, según señala Espinosa Soriano (1983).

La población nativa masculina quedó reducida a muchachos de doce años, razón por la que los Caranquis fueron apodados como huambracunas. Según Herrera y Tordesillas (1615), se arrancaron los corazones de 50.000 personas, aunque Cieza de León (1553) cree que esta cifra es exagerada, ya que la tradición recogida por él indicaría que la matanza de la laguna no pudo ser mayor a 20.000 personas.

Para la etnohistoriadora francesa Chantal Caillavet (1985) los huambracuna constituyeron un cuerpo guerrero de élite, asignado en el Cuzco a la guardia personal del Inka, cuestión que debe considerarse como un gesto de aprecio y como un privilegio concedido, pero también como una forma de privar a las etnias del Norte de su fuerza bélica.
Entretanto, la laguna, hito histórico de nuestra nación, estuvo a punto de ser eliminada del paisaje por los conquistadores. Se conoce que, según sus costumbres, los españoles consideraban inapropiado “para la civilización” vivir junto a ciénegas y terrenos pantanosos, por lo que emprendieron la tarea de desaguar las lagunas. Hay registros documentales de que, en el siglo XVI, los españoles iniciaron el proceso de desecación de las lagunas de Iñaquito, que servían de reserva de caza para el Inca Guayna Cápac, y que acabaron transformadas en ejido y pastos (Jiménez de la Espada 1965). También desecaron la laguna de Pimampiro. En 1584, los agustinos intentaron desaguar la laguna de Yahuarcocha, para sembrar árboles de Castilla (Garcés 1941). Afortunadamente, este proyecto no llegó a concretarse (Caillavet 2000), lo que vuelve interesante el tema de la investigación arqueológica de la batalla.
Last Updated on Thursday, 27 August 2009 07:49